El viejo adagio del espectáculo dice “ni con niños ni con perros”, que no se actúa con esos seres porque suelen robarse el protagonismo. Pues bien, a Channing Tatum le tiene todo sin cuidado y no solo actúa sino que además codirige esta historia sobre un militar que tiene que emprender un viaje con una perra ovejera belga con historial de mal comportamiento para asistir al funeral del dueño del animal que luego será “puesto a dormir”. Pero el viaje, como pasa en las películas de parejas desparejas, va haciendo que la hostilidad entre hombre y perra se transforme poco a poco en otra cosa. Hay mucha comedia, pero lo más interesante es que la relación entre los dos no se da a partir de golpes, sino de cierta sequedad que vuelve todo más creíble. El paisaje, el viaje no solo son marco de las acciones sino reflejo de lo que va sucediendo a los que uno no tiene más remedio que querer con lágrimas al final.