El actor Channing Tatum debuta como director con esta película que se convirtió en un éxito de taquilla. Quizás por su presencia, y seguramente también porque su combinación de dramedy placentera y crowdpleaser absoluta, es una fórmula sin fallas cuando se hace bien. Nada que no hayamos visto antes: una road movie, en la que dos personajes disímiles pero bastante rotos cruzan la geografía americana para llegar a un destino.
En este caso, un veterano del ejército, Jackson Briggs (Tatum) que quiere volver a servir pero no lo dejan a causa de los problemas cerebrales, y de otro tipo, que le dejó Afganistán.
Sino la deseable, la misión posible para él es llevar a una perra, Lulu, que también formó parte del combo militar, a los funerales de su entrenador, amigo de Briggs.
Sí, aventuras en los caminos, encuentros con la gente de las distintas paradas, con la receta empática de humano y perro fortaleciendo su vínculo. Sí, en un viaje que implicará un cambio para el protagonista. Pero la falta de sorpresa de Dog, un viaje salvaje, no deja de permitir que cumpla lo que promete: pasar un buen rato con una historia entretenida que tiene, además de buenos momentos, la decencia de evitar el golpe bajo.