Una película muy humana: entra en los personajes, en sus partes más oscuras, y los vuelve tridimensionales, mucho más que herramientas para el relato.
Aún con una gran carga de violencia “Dogman” resulta una película muy humana. Hay dos personajes contrapuestos: un tipo normal, tranquilo, que tiene una peluquería para perros, una hija, y poco que hacer en un pueblito costero y un pequeño mafioso violento, con un pasado pesado, alguna vez amigo del protagonista.
El abusador lleva las cosas al límite y quiebra al tranquilo: violencia que genera más violencia, en una espiral que no tiene solución. Como hizo en Gomorra, aún su mejor película, Garrone combina la observación social con el drama personal, la violencia con el paisaje.
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En algún momento opta por alguna metáfora poco agradable y golpea al espectador con momentos incómodos. Más allá de sus defectos, entra en los personajes, en sus partes más oscuras, y los vuelve tridimensionales, mucho más que herramientas para el relato. La conmoción es mucho mayor: entendemos el drama.