Esta historia cuenta con la gran interpretación de Marcello Fonte al que observamos cómo se comporta con sus vecinos y sus amigos, su dedicación al trabajo (cuida perros, los baña, los alimenta y le pone toda su entrega), el amor a su hija y esos momentos de relax junto a ella mientras comporten ciertos lapsos de tiempo y el buceo donde la paz la encuentra en esos instantes. Su personaje está lleno de matices y buenos tonos como así también el tratamiento desde lo corporal.
La vida de Marcello es monótona: una vez a la semana tiene un partido de fútbol con sus vecinos además comparten comidas y noches de bar, vende cocaína y se relaciona con un hombre grandote y peligroso llamado Simoncino (Edoardo Pesce, muy bien su papel, consigue lo que se propone) un cocainómano, inescrupuloso, irresponsable y algo peligroso. Su relato resulta intimista, realista, creando interesantes atmósferas y climas, donde se va mezclando el melodrama con thriller y con toques de western. El director Matteo Garrone (“Gomorra”) nos trae una historia basada en hechos reales pero con algunos cambios que conmocionó a Italia a fines de los ochenta.