Dogman

Crítica de Tomás Cardín - Cinescondite

En la escena inicial de Dogman, noveno largometraje dirigido por el multipremiado Matteo Garrone, vemos a un perro enfurecido e indomable que no deja que el protagonista, interpretado por Marcello Fonte, lo bañe. Gran parte de lo que sucederá en la película se define en esta primera situación, que funciona como una intriga de predestinación precisa. La cuestión fundamental simbolizada en el comienzo es la relación entre Marcello y Simone (Edoardo Pesce), un brutal expeleador que se encuentra implicado en el mundo de las drogas y el crimen, y quien al mismo tiempo que comparte una amistad con el personaje principal, no deja de atormentarlo y humillarlo. En este nexo conflictivo podemos apreciar una de las decisiones más acertadas del realizador, al construir a Marcello como un individuo ambiguo, y no simplemente como víctima. Por un lado es un sujeto amable, querido por sus vecinos, bondadoso con los animales y muy afectuoso con su hija Alida (Alida Baldari Calabria). A su vez, tiene una “segunda vida” en la que participa en robos, es testigo de asesinatos y vende cocaína -sin llegar a ser un narcotraficante profesional o de peso-.