El realizador manchego Pedro Almodóvar (en septiembre cumple 70) regresó al drama, no al melodrama, ni al thriller ni la comedia. Dolor y gloria es un filme, como se dice, de tintes autobiográficos. El propio realizador de Julieta, al preguntársele si es sobre su vida, dice “no” y “sí”.
Salvador Mallo (el nombre es una suerte de anagrama de Almodóvar) es un cineasta en su ocaso, que tiene encuentros, casuales, la mayoría, con quienes lo marcaron en su vida. Aquejado por depresión y dolores físicos, va y viene en la mente hasta su mismísima infancia, con su madre (Penélope Cruz), pero son más los dolores del alma los que lo siguen afectando.
La línea que separa la vida real de la ficción (la “autoficción”, como le dice su madre cuando Salvador es adulto -Julieta Serrano-) es sumamente difusa. A los cameos de su hermano y productor Agustín y su pareja, Almodóvar le suma el volver a trabajar con actores que ha querido siempre (Antonio Banderas como su alter ego, Cruz, Serrano, Cecilia Roth en una breve escena) y menciones muy conocidas a su vida. Aunque no sólo no esté retirado, parece que con Dolor y gloria quiere cerrar una etapa, o al menos disipar fantasmas del pasado. Curando las heridas.
Está la relación homosexual de Salvador con una pareja adicta a las drogas, Federico (Leonardo Sbaraglia), con quien vivió tres años en los ’80, y con el actor al que odió por una película y a quien no volvió a ver en tres décadas (Asier Etxeandia), y con las drogas -algo que el cineasta desmiente una y otra vez-. Todo en un arco intimista, transmitiendo una tranquilidad y serenidad -no desasosiego- impensadas en el realizador de La piel que habito.
Mirar a Banderas es verlo a Almodóvar. No sólo se ha camuflado en él, sus expresiones, sus gestos -y sus ropas- nos llevan a reconocer al director en la pantalla. Es posible que ésta sea una de las mejores actuaciones del malagueño, con quien Almodóvar rodó ya ocho películas -alguna imborrable, como La ley del deseo-. Y muy merecido ha tenido el premio a la mejor interpretación masculina en el reciente Festival de Cannes.
Dolor y gloria es un filme sobre el amor, en todas sus formas y manifestaciones, sobre el dolor, el perdón y la reconciliación. Hay quienes necesitan expiar, purificarse: quizás Almodóvar haya sentido necesario transformarlo en el cine. Y es una película que seguro disfrutarán, si cabe la expresión, quienes son sus fieles seguidores.