Dolor y gloria no es la primera película en la que Pedro Almodóvar hace una referencia frontal hacia su propia vida, pero sí parece ser la más clara y abarcadora de todas en su tono autobiográfico. Si se observa con detenimiento toda su obra, lo autobiográfico aparece una y otra vez, por momento con sutileza, por momentos de forma clara.
Como ocurre con muchos directores que recuerdan su pasado, la libertad para inventar y cambiar ese pasado es total e imposible de chequear, es solo el tono y la forma en la que se vuelve sobre aquellos años lo que le da a la película la sensación de honestidad y en definitiva –lo único importante- su valor artístico. En Dolor y gloria Almodóvar elige como protagonista a Salvador Mallo, un director de cine veterano que parece haber dejado atrás sus mejores años. Con problemas físicos y emocionales, solo le quedan una vida sin problemas económicos y recuerdos del pasado. A partir de ese presente la película viaja a lo largo de varios flashbacks por la infancia de Salvador, en particular la relación con su madre, pero poco a poco termina mostrando también el motor más grande de toda la obra del realizador: el deseo.
Almodóvar elije para el papel protagónico a Antonio Banderas, un actor que inició su carrera casi al mismo tiempo y junto con el director. No se necesita más que haber visto a Pedro Almodóvar una vez para darse cuenta que Banderas está interpretándolo, incluyendo su aspecto físico, no sólo las obsesiones que ha tenido a lo largo de toda su carrera. Almodóvar y Banderas, como el director y su actor en la película, tuvieron un largo período (veintiún años) sin trabajar juntos, desde ¡Átame! (1990) hasta su reencuentro en La piel que habito (2011).
Quienes conozcan profundidad la obra de Pedro Almodóvar disfrutarán y se emocionarán mucho con la historia, en gran parte porque en esta película termina de aportar piezas del rompecabezas que el director ha ido construyendo desde 1980 hasta la actualidad. Aunque fluyen de forma clásica y clara, hay docenas de datos biográficos de su vida, de sus comienzos, de las drogas, de sus primeros films, de su éxito, su infancia, sus amores, la relación con su madre y su enorme amor por el cine clásico como gran tabla de salvación y motor para seguir adelante. También su estética, sus colores, sus gustos literarios, su música, incluso su preocupación siempre presente por los temas médicos.
Desde Hable con ella, la película más melancólica de toda su obra, el director mostró el dolor que le produjo la muerte de su madre. Una vez más: aun sin conocer la vida privada de Almodóvar la conexión Hable con ella con Dolor y gloria es clara. Aquí la película dedicada gran parte de su tiempo a revisar el vínculo madre e hijo, los sacrificios, el esfuerzo, la decepción y el amor a lo largo de los años. Para interpretar a Jacinta, la madre de Salvador, Almodóvar eligió a dos actrices habituales en su cine: Penélope Cruz y Julieta Serrano, según la época del relato. Doña Paquita, así se llamaba la verdadera madre del director, apareció en muchos de sus films a lo largo de los años. También su hermano Agustín aparece haciendo cameos, otro pequeño elemento de familiaridad que acompañó durante décadas al director.
Se podría decir que la película es demasiado autoindulgente pero que sea amable con su protagonista no necesariamente es algo malo. No es una película sobre los defectos del personaje sino sobre sus angustias, su pena, su dolor, sus heridas abiertas, sus amores. No tiene elementos pretenciosos, sino más bien lo contrario. Quienes hemos seguido al director desde hace décadas podemos confirmar estas ideas que la película igualmente expresa. No hay que ser Almodóvar para tener ese universo interior o para comprender también como la salud y el paso de los años también influye nuestro estado de ánimo y nuestra vida cotidiana. Es genuinamente emocionante Dolor y gloria y es una declaración a corazón abierto de las ideas de su director. Incluso Antonio Banderas, el protagonista, intenta y consigue desaparecer para convertirse en Salvador Mallo. Hasta los detalles más pequeños que pueden no gustarle al espectador, claramente responden a un nivel de autenticidad y entrega propias de Pedro Almodóvar, un director que hace casi cuarenta años que viene escribiendo su propia página dentro de la historia del cine.