Señora de todos
Suerte de historia de misterio en la línea de Agatha Christie (una mujer aparece muerta en la escena inicial y luego cada uno de los hombres que la frecuentaban podría ser el asesino), Domingo de Ramos mixtura sin demasiada suerte ni equilibrio diversos géneros, tempos narrativos, climas y estilos actorales.
La narración de la película va y viene constantemente durante un lapso de pocos días (estamos en época de Semana Santa) y, a esa idea, Glusman y su coguionista Daniel López le suman múltiples flashbacks en blanco y negro (decisión estética bastante obvia).
El film pendula del más absoluto naturalismo inicial (el encuentro del cadáver y el inicio de la investigación) al grotesco, al patetismo y al costumbrismo pueblerino que remiten a un cine argentino bastante demodé, con personajes secundarios (el jardinero, el vecino, las dos viejas chismosas) que poco agregan a la trama.
Aunque la película gana un poco de suspenso en la parte final (cuando debe resolverse la intriga) y el director apela a una constante cámara en mano para largos planos-secuencia con la idea de darle al relato una mayor tensión, ya el interés por la suerte de los protagonistas y por el desenlace había sido dilapidado por una película bastante torpe, desprolija y desarticulada, con unas cuantas situación que caen en la más absoluta arbitrariedad. Una pena porque Cien años de perdón (1999) había sido una prometedora ópera prima de Glusman.