La vuelta de los gaturros
Cumplidos los 50 años de vida, el dibujo salta al cine, sin perder su absurdo, y en 3D.
Una película de Don Gato y su pandilla , aquel dibujito animado de Hanna-Barbera alguna vez tatuado en ciertas memorias desde sus pasadas en el Canal 13, es hoy un filme en 3D realizado gracias a una coproducción mexicano-argentina? Suena raro, sí, pero es verdad: en la era donde formatear franquicias a lo máquina saca-chorizos se acerca a ser un deporte en Hollywood, la Warner Bros. (propietaria de los derechos de las creaciones de Hanna-Barbera) decidió responder a la pasión mexicana de Anima Studios (a quien se le sumaría la local Illusion Studios, realizadores de Gaturro y Boogie el Aceitoso ) y ceder los derechos para que Don Gato, Benito, Cucho, Panzas, Espanto y Démosteles volvieran a vaguear al mejor estilo buscavidas por Manhattan.
Pasaditos hace días su 50° aniversario, los gaturros vuelven. La historia es simple: Don Gato y pandilla hacen de las suyas (es decir, le queman la gorra policial a Matute, planean avivadas tamaño y carisma Cary Grant para cualquier actividad diaria, jamás trabajan y, obvio, viven en su callejón), hasta la llegada de Lucas Buenrostro, el nuevo jefe de policía que pondrá a Don Gato no solo en prisión sino contra sus amigos.
Un acierto de tamaño e inteligencia Don Gato del director Alberto Mar es mantener a Don Gato como caricatura 2D: el CGI utilizado es para crear fondos que permitan diferentes posiciones de cámara (y sí, es un poco torpe, demasiado cuadrado, pero la lógica del filme hará de ese límite algo funcional al relato).
El principal milagro de Don Gato y su pandilla en la era donde la autoconciencia domina a casi toda la producción infantil –desde la hoy viejuna Shrek al reciente Oso Yogui , pasando si quieren por la última y hermosa Winnie the Pooh o los azules y también paseadores de Nueva York de Los Pitufos - es respetar cierta inocencia. Mar, basado en un guión escrito en los Estados Unidos, está más cerca de una historieta infantil de la edad dorada en su creación cálida del sinsentido jamás justificado. Sí, hay momentos donde la búsqueda de un desarrollo narrativo le quita alguna que otra vida al relato, pero cuando Don Gato y su pandilla se pasea y se relame en el absurdo es donde se honra la tradición del original.
Sin un solo guiño al mundo adulto (sólo quizás en la reaparición de personajes clásicos de la serie como el violinista Laslo Losla, o de imágenes icónicas de la presentación y la clausura del show), el humor absurdo, amable y salvaje de Don Gato, su jugar a lo felino diabólico con los parámetros de un relato infantil y su aprovechar que todavía algunas voces originales del doblaje de antaño están vivas la hacen una feliz e increíble sorpresa, digna de fanáticos del falsete de Benito como de los que tienen remeras de Ben 10.