Este segundo largometraje del belga Guillaume Senez luego de la promisoria Keeper (2015) narra las desventuras de Olivier (notable trabajo de Romain Duris), jefe de área en una inmensa distribuidora de ventas online a-la-Amazon. El protagonista, más allá de su eficiencia laboral, dedica buena parte de su tiempo y esfuerzos a la lucha sindical en tiempos de empleos precarizados, pero cuando su angustiada esposa abandona el hogar sin dejar rastros ese hasta entonces padre bastante ausente de 39 años debe hacerse cargo por completo del cuidado y la crianza de sus dos hijos, también atribulados por la repentina desaparición de su madre.
Las contradicciones íntimas de Olivier, sus limitaciones tanto en el terreno afectivo como en las cuestiones prácticas cotidianas, los súbitos cambios de paradigmas y de prioridades que enfrenta y la solidaridad de las mujeres que lo rodean (hay una hermosa aparición de Laetitia Dosch en el papel de Betty, la hermana actriz del protagonista) son algunos de los elementos principales de este sólido, visceral, potente y humanista drama social que tiene fuertes conexiones con el cine de sus compatriotas Jean-Pierre y Luc Dardenne, así como con películas francesas del estilo de Recursos humanos, El empleo del tiempo y La guerra silenciosa.
El título original, Nuestras batallas, define a la perfección el espíritu del film, que va de lo individual a lo familiar y de allí a lo social (y viceversa), porque expone en toda su dimensión y en sus múltiples facetas y alcances las pequeñas (y no tan pequeñas) luchas que un hombre de mediana edad debe emprender cada día para su subsistencia y la de sus seres queridos en los distintos terrenos de su vida.