Recursos que apenas dan susto
Primero son los ruidos, los objetos que se mueven solos, las llamadas telefónicas, las luces que se prenden y apagan solas y el largo etcétera que conforma el combo de los fenómenos que en la historia del género fueron acumulándose a fuerza de repetición, película a película, para dar cuenta de que se está frente a una presencia extraña que claro, aterroriza a los habitantes de un lugar.
En este caso se trata de una casa habitada por un padre que perdió a su esposa en un accidente, una hija adolescente y un niño. Es decir, la conclusión inicial es que la mujer ausente es el espíritu/fantasma que tiene a maltraer a los tres personajes.
Después es la instalación de todo tipo de aparatos –detectores de movimiento, cámaras y todo el kit necesario para descubrir presencias extrañas– a cargo de un grupo de científicos, primero incrédulos y después incorporados de lleno a la pesadilla que vive la familia.
El film dirigido por Carles Torrens, con el guión y la producción de Rodrigo Cortés (Enterrado) se propone desde el principio ser algo así como el relato definitivo del género, transitado por Actividad paranormal, REC y El proyecto Blair Witch, sólo para nombrar algunos títulos más o menos recientes.
El resultado es irregular, en tanto la ambición de la película de abarcar todo se traduce en una suerte de catálogo de los recursos utilizados desde siempre para crear situaciones inquietantes y más o menos inexplicables, con elementos como el sonido, las inevitables sombras, levitaciones rutinarias y demás, que por supuesto son registradas por una cámara en mano que se supone le da tensión al relato, y así se desprende que se llega al miedo, que en este caso no supera la categoría de susto. El mismo que se puede lograr con un buen “¡Buuu!” lanzado con convicción y sentido de la oportunidad.