Los fantasmas nunca se marchan
Donde habita al diablo (Emergo, 2011) dirigida por Carles Torrens y escrita y producida por Rodrigo Cortés, es una película de terror española (no hablada en español) que regresa sobre el falso documental, el juego de elementos paranormales, el video casero, pero utilizando todo tipo de tecnología avanzada para intentar registrar las acciones hechas por una energía ajena al mundo de los vivos.
Contado desde las cámaras utilizadas por el grupo de científicos, sin ningún punto de vista objetivo, es un documento de investigación ficcionado que se emprende sobre un padre y sus dos hijos que viven atravesando la muerte de la madre. Extraños golpes en los techos, objetos que caen sin que nadie los haya lanzado, llamadas telefónicas en reiteradas ocasiones sin voz que responda del otro lado, golpes de puerta, rajaduras de paredes y muebles que se deslizan. Cada vez se irán adentrando en un apartamento que esconde un secreto entre los extraños comportamientos del padre, de la hija adolescente y el pequeño niño. Es el fantasma de la madre que, si bien el padre dice que murió después de estar enferma, al parecer no fue así y vuelve llena de venganza.
Los tres científicos irán subiendo de niveles utilizando nuevos aparatos de video y de sonido, al descubrir que el fantasma tiene poderes que alcanzan la realidad. La tensión aumenta por la propia imagen gastada e inestable de las cámaras de seguridad y de las cámaras en mano, así mismo por la incesante oscuridad y la música que adelanta la aparición del espíritu. Sin embargo; se vuelve una mezcla de películas anteriores, tanto que remite a los clásicos, desde El exorcista (The Exorcist, 1973), El proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999) y Actividad Paranormal (Paranormal activity, 2007) que le es muy contemporánea, al igual que muchas otras del mismo estilo.
Son interesantes los momentos de conversación y entrevista donde el padre cuenta la historia de los últimos días de la madre. Además, se vuelve más inquietante al creer que en cualquier momento y en cualquier instante puede develarse el aspecto físico del fantasma. Si bien todos saben que es la madre, nunca se la ve y el nivel de destrucción de impacto y violencia es la única manera de saber de su presencia.
Habrá muchas pistas y efectos sobrenaturales que serán lo más logrado y atrapante. Pero al comenzar a rozar clichés y efectos sorpresivos un tanto repetitivos van debilitando el argumento y la película parece agotarse al tender a resoluciones que justifiquen los hechos. Se vuelve predecible. No menos terrorífica y perturbable, pues mantiene una atmósfera que, si bien no está innovando, es muy llamativa sobre todo por resultar esquemática con cada plano, llevando al extremo la posibilidad de registro de cada cámara y donde lo personajes, encerrados dentro de un solo espacio, se van dando cuenta de que la madre no quiere marcharse.