La imposibilidad de contar
Siempre que se estrenan cosas como Donde habita el diablo, todos (al menos los críticos en general) nos vemos tentados de hablar de este subgénero del cine de terror, es decir, el falso documental, al estilo “cámara en mano”, tan popular desde la aparición en 2007 de Actividad paranormal (sobre todo por ser películas baratas y redituables). Y rastreamos el origen de estos films en El proyecto de la bruja de Blair en 1999, o los más maduros nos hablan de Holocausto caníbal, esa película de culto de fines de los años setenta. Yo mismo he hecho aquellas consideraciones, y sin embargo, ahora creo que estamos yendo demasiado lejos. Porque los films anteriormente mencionados han sido fenómenos más o menos aislados: la primera sólo tiene secuelas y algunas copias; mientras que la segunda, casi nada que se le parezca hasta la aparición de Actividad paranormal (AP a partir de ahora). La saga iniciada por Oren Peli con AP recurría a la utilización del material de grabación casera de una pareja que intentaba explicar los extraños ruidos y sucesos inexplicables de su hogar, jugando con una básica cuestión ambigua: ¿están ellos sugestionados o realmente sucede algo paranormal en ese lugar? La terrible respuesta se encontraba en los asfixiantes últimos 20 minutos de la película. Y con mayor o menor suerte, hasta ahora la saga de AP goza de cierta buena salud, ha sabido escapar al agotamiento del recurso con buenas ideas, y aunque a todas se les ve la costura y la trampa, todavía constituyen un artefacto funcional que transita la línea delgada que la separa del tedio y la estupidez.
Intentaré acercarme un poco hacia lo que tengo que hablar en esta critica que es sobre la fallida Donde habita el diablo. Este año ya se habían estrenado dos herederas del recurso “cámara en mano”, Con el diablo adentro y REC 3. La primera, una película que con sus limitaciones lograba construir una historia que se autodestruye con uno de los finales más abruptos y arbitrarios de la historia del cine; la segunda, tiene un director más inteligente y cinéfilo, que se da cuenta de que si utiliza la misma fórmula para todo esto la película se le viene a pique por lo que con un nivel de autoconciencia muy explícito destruye en primer plano la cámara personal del protagonista y comienza un film convencional, pero que es un divertido homenaje al cine de zombis
romeriano y afines.
¡Pero qué barbaridad! Tenía que hablar de Donde habita el diablo y hasta ahora sólo la mencioné. Sin embargo, si confías en FANCINEMA, con el 4 que pusimos al principio te alcanza. Y si no, seguro que vas a escribir un montón de comentarios subrayando mi estupidez.
Bueno está bien… es evidente desde el comienzo lo fallido de Donde habita el diablo: un grupo de científicos paranormales (es un oxímoron ¿no?) van a la casa de un hombre que parece perseguido por el fantasma de su esposa para registrar los fenómenos e intentar echar a la “entidad maligna”. Torpemente (con realmente mucha torpeza) Carles Torrens intenta sugerir dos posibilidades: o alguno de los miembros de la familia tiene alguna fuerte patología psicológica o realmente es un fantasma. En el tonto final sorpresa nos damos cuenta qué es lo que sucedía, pero la verdad es que nunca logra construir la tensión necesaria. Cada susto, arbitrario y fugaz, es sólo para que en la ficha técnica se lea “Género: Terror” y no “aburrimiento”.
Este estilo de películas se está desgastando y cada vez genera productos menos aceptables. Parece que esto se debe primero a la falta de buenas ideas e imaginación, y segundo a las propias limitaciones del recurso, que está demostrando cierta incapacidad para contar algo además de mostrar un montón de sketches supuestamente terroríficos. Seguramente el futuro será dominado por los resultados que entregue Actividad paranormal 4 allá por octubre.