Más que susto, aburrimiento
La desgastada fórmula del falso documental necesita con urgencia sangre de cualquier tipo y factor porque si no se seguirán reproduciendo proyectos mediocres como Donde habita el diablo. Ya no basta con el aparente realismo que logra el registro de cámara en mano para transmitir la sensación de verosimilitud y ocultar todos aquellos trucos que permiten desatar escenas plagadas de ruidos, movimientos de objetos y la aparición de espectros cuando detrás no hay una historia atractiva.
El proyecto Blair partía de esa premisa, la utilización del mito y la leyenda en un contexto tenebroso para generar empatía con un público habituado a otro cine de terror, pero luego de su éxito en taquilla y de sus innumerables imitaciones todo indicaba que la repetición terminaría por agotar la sorpresa con la franquicia Actividad paranormal.
De casa poseída con fantasma vengativo va la cosa en esta propuesta del director debutante Carles Torrens, producida por Rodrigo Cortés, quien dirigiera Enterrado (film con muchos más méritos que éste). Allí llega un grupo de cazafantasmas, encabezado por el Dr. Helzer (Michael O''Keefe), el técnico Paul Ortega (Rick Gonzalez) y la asistente Ellen Keegan (Fiona Glascott) para dilucidar si efectivamente ocurren fenómenos paranormales en un departamento en el que vive un padre (Kai Lennox), con sus dos hijos: la adolescente díscola (Gia Mantegna), y el pequeño (Damian Roman).
Debe reconocerse que a diferencia de otras películas donde el retardo entre la normalidad o lo cotidiano y la irrupción de lo anormal tiende a prolongarse demasiado, en este particular caso llega bastante rápido a partir de un puñado de situaciones que desencadenarán una serie de sucesos vinculados al pasado de la familia y transformarán la apacible calma en un campo de batalla.
No obstante, nada de lo que propone desde su puesta en escena esta ópera prima de origen español provoca miedo o genera algún sobresalto para destacar sino que por la torpeza de su director a la hora de planificar las coreografías y un muy poco creíble elenco genera todo lo contrario: la risa, el bostezo y la pregunta incómoda ¿para qué?