La siguiente línea ya es habitual pero vale la pena repetirla: Argentina goza de una gran costumbre de estrenar películas de terror y que les vaya bien a pesar de ser malísimas. Son solo un par de excepciones por año las que realmente valen la pena y Donde se esconde el diablo es una de ellas.
Lo genial de esta película es que la gran mayoría de su metraje te va “vendiendo” una cosa y llegando al final es otra. Y uno no lo ve venir porque te despistan muy bien.
Más allá de los sobresaltos que te pueda provocar o no, lo señalado en el párrafo anterior es para destacar porque no es algo fácil de lograr.
Los personajes tenían todas las fichas para ser bien vacíos y cuadrados pero por suerte nada de eso ocurre. El elenco encabezado por ignotas actrices y Rufus Sewel laburó muy bien e incluso con matices dramáticos que aportaron profundidad.
Sí, hay gritos que están exagerados y sí, también tenemos las típicas escenas de adolescentes hormonales propias de este género, pero el saldo es positivo.
De la historia no se puede decir mucho más de lo que se lee en la sinopsis porque sería un gran spoiler, pero destaco que están muy bien manejados los climas y el suspenso.
Sin llegar a ser una experiencia escalofriante como lo fue El Conjuro (2013), Donde se esconde el diablo levanta la vara de la mediocridad de películas de terror que llegan con frecuencia a la cartelera local, así que si son de consumir estas películas aquí hay una que no pueden perderse.