Transplante de almas con precisión animal
Alejandro Chomski es la clase de director de cine y de persona que se caracteriza por no cejar en nada con tal de lograr los rigurosos objetivos que se propone. Esto se aplica tanto a su propia labor como a la tarea, artística y técnica, de todo su equipo.
Dormir al Sol, de Adolfo Bioy Casares, adaptada por Alejandro Chomski para el cine, es un verdadero logro como guionista y como director. El resultado de su meticulosa lectura del relato fantástico de Bioy Casares es tan magnético como la fuente literaria en la cual está basada. En términos visuales, Dormir al Sol, el film, es una fascinante recreación de la Buenos Aires de la década de 1950 y de un grupo de personajes de un típico barrio porteño cuyas vidas se ven alteradas por una sucesión de elementos sobrenaturales.
Como es de rigor en el género fantástico, la presencia de elementos que hacen a la cotidianeidad de los personajes otorga una cualidad oscuramente metafísica o incluso anormal a hechos de lo más realistas y creíbles, que se vuelven particularmente ominosos por el inesperado giro de las circunstancias.
Dormir al Sol, tanto el relato original como su trasposición cinematográfica, normalmente remitirían a los potenciales lectores o espectadores a bucólicos espacios, gentes y situaciones. Sin embargo, el suspenso y el horror de las derivaciones de la principal línea narrativa van in crescendo con una conflictiva mezcla de descreimiento y revelación.
El protagonista de Dormir al Sol, Lucio Bordenave (acaso todo personaje inolvidable no lleva un nombre inolvidable?), enfrentado con el fantasma de la desocupación, recurre a su Arltiano saber sobre el funcionamiento de relojes mecánicos.
Esta misma mecanicidad y chatura comienzan a invadir todos los espacios de la vida de Bordenave, quien sobrelleva, estoicamente, una existencia gris y monótona, y un matrimonio yermo con su esposa Diana. Pero la apatía se torna desasosiego y desesperación cuando Diana, debido a su errático comportamiento, es internada en una "clínica frenopática" para solucionar su depresión crónica.
Además de aplicar rutinarios tramientos psiquiátricos, el director de la clínica también se dedica -con sospechoso ahínco- a extrañísimos experimentos. Su teoría intenta demostrar que el cerebro y el alma de una persona se pueden transplantar a otro cuerpo humano. Como una especie de avatar biológico, se diría. Pero lo más perturbador de todo el asunto es cuando la transmutación parece cruzar las fronteras de las especies biológicas. Bordenave, ante la ausencia de su esposa internada, decide adoptar una mascota (una perra). Instintivamente, Bordenave la llama Diana, como su mujer, y es a partir de ese momento que el animal comienza a mostrar caracteristicas propias de Diana, la mujer de Bordenave, antes de su internación.
Dormir al Sol, el film de Chomski, se nos presenta como un artilugio casi tan eficaz como el cuento de Bioy Casares: se construyen atmósferas que propician, inicialmente, la falsa convicción de que habitamos un mundo regido por leyes físicas incuestionables. Sin embargo, de modo gradual, esas mismas reglas comienzan a tambalear. El hábil trabajo de Chomski, como adaptador, director y ordenador de un mundo que se torna caótico, da como resultado un producto de excelente manufactura técnica. Con un elenco que se apropia de cada centímetro del espacio físico que, según antropólogos y sociales, le corresponde a cada persona para una armoniosa convivencia, Dormir al Sol puede leerse como una excelente trasposición del texto original, o incluso como un coherente trabajo de adaptación a otro lenguaje, el cinematográfico, con tiempos tal vez más apremiantes pero también con una capacidad de síntesis inigualada por otros medios.