'La contrariedad ante la elección' podría llamarse la comedia francesa que desembarcó ayer en nuestra cartelera, y cuyos distribuidores bautizaron Dos amores en París. La traducción propuesta respeta bastante más el título original –L’ embarras du choix– y adelanta el disparador de la película de Eric Lavaine: su protagonista Juliette, una atractiva soltera parisina de 40 años, duda ante cada disyuntiva que le impone la vida y termina pidiéndoles a sus seres queridos que decidan por ella.
En cambio, el título comercial en castellano adelanta el gran dilema que se le plantea a la muchacha alguito parecida a Meg Ryan antes de las cirugías estéticas que la desgraciaron. Acaso por esta semejanza física algunos espectadores recordamos a la Kate que la actriz estadounidense encarnó diez años atrás en French kiss o Quiero decirte que te amo, y que también debió elegir –eso sí, por razones muy distintas– entre dos amores en París: Luc Teyssier a cargo de Kevin Kline y Charlie sin apellido en la piel de Timothy Hutton.
La memoria cinéfila vuelve a patear en contra con la novia fugitiva que Julia Roberts compuso a fines del siglo XX para la segunda película que protagonizó con Richard Gere. Maggie Carpenter tampoco sabía muy bien lo que quería; recién empezó a revertir la tara cuando accedió a probar los huevos del desayuno americano sometidos a distintos puntos de cocción.
En Mi novia Polly, la Polly Prince de Jennifer Aniston les escapaba a todo tipo de compromisos y por lo tanto a la toma de decisiones. El sí pero no casi-casi patológico complicó bastante al Reuben Feffer de Ben Stiller, a su vez puesto a elegir entre esta ex compañera de colegio primario y la flamante (y sinuosa) esposa que interpretó Debra Messing.
Por culpa de estos tres antecedentes, el largometraje de Lavaine corre serios riesgos de resultar previsible y por lo tanto poco entretenido. Acaso uno de los momentos más graciosos sea la introducción… aunque el gag con la picadura de abeja parece inspirado en la crisis de alergia que Will Smith –en realidad Hitch– padeció en este film de Andy Tennant.
Por otra parte Lavaine y sus co-guionistas Laure Hennequart y Laurent Turner parecen condicionados por las expectativas que los espectadores de otras nacionalidades suelen depositar en las comedias francesas actuales: mención especial de la tradición gastronómica (y al mismo tiempo de los presuntos atentados contra el buen gusto que se comete en su nombre); referencia a la rivalidad histórica con los vecinos anglosajones (pero también a su contracara, el coqueteo amoroso); alusión a la libertad sexual de los galos (mayor que la de los ingleses; menor que la de los escandinavos).
En tren de comparaciones, un pequeño comentario al pasar: el mencionado Turner se lució más cuatro años atrás, cuando colaboró con el guión de la muy recomendable Nueve meses… ¡de condena! de Albert Dupontel, protagonizada por la talentosa Sandrine Kiberlain y el mismísimo director.
Volviendo a Dos amores en París, corresponde elogiar la química entre la actriz protagónica Alexandra Lamy y sus partenaires Arnaud Ducret y Jamie Bamber. Pero este acierto no alcanza para compensar el déficit de originalidad, producto del abuso de fórmulas narrativas destinadas a acatar ciertas exigencias comerciales del mercado cinematográfico internacional.