Soy de los que creen que los hermanos Dardenne no pueden hacer nunca una película del todo mala. Lo he escrito ya varias veces: hay una lógica en la manera en la que ven al mundo, a sus personajes y una forma realista –seca e implacable– en la que filman, que casi no les permite caer en groserías estéticas ni narrativas ni cometer errores demasiado obvios. Con ese estilo pseudo documental y de “clase trabajadora” que tienen, nada puede dejar de ser honesto ni creíble ni humano.
Dentro de estos parámetros, de todos modos, tengo la impresión que TWO DAYS, ONE NIGHT es una película floja, menor, de lo más intrascendente y, para mí, poco creíble y más manipulador que han hecho los directores belgas en toda su notable carrera. Y no por el hecho de que una actriz famosa como Marion Cotillard sea la protagonista –no me molesta tanto como a otros que en los últimos tiempos hayan empezado a usar estrellas de cine–, sino que la siento, extrañamente en ellos, programática, guionada, muy básico su eje temático y muy mínimo su desarrollo temático.
twodaysEl filme cuenta lo que pasa a lo largo de un fin de semana en la vida de una mujer que está volviendo al trabajo en una fábrica tras una larga ausencia por enfermedad (pronto sabremos que se trata de depresión, aunque el asunto se explorará poco y nada). Ella acaba de recibir la noticia que sus compañeros de trabajo han votado en su contra cuando la empresa para la que trabajan los hizo optar entre conservar el trabajo de la chica o cobrar cada uno de ellos un bono anual de 1.000 euros. Según la propuesta de la empresa, era una cosa o la otra. Y los colegas de la chica, bastante desalmados por cierto, decidieron dejarla en la calle para cobrar un dinero que les permitirá, en el mejor de los casos, comprar una heladera o tomarse unas mínimas vacaciones.
Asumamos que uno acepta que algo así sea posible y que haya gente de ese mundo que sea tan miserable como para hacerle eso a una persona con la que trabajan (la película probará que no solo son muchos sino que no parecen tener nada de lo que avergonzarse), otro de los problemas del filme es que el recorrido dramático de la película se vuelve reiterativo. La mujer debe ir a las casas de los 16 compañeros y tratar de convencer uno a uno de que cambien su voto en una segunda votación que consiguieron para el lunes. Sí, el recorrido servirá para hacer un trazado sociológico de la clase media baja de la Europa contemporánea y su pérdida drástica de la solidaridad en estos tiempos de crisis económica, pero en términos narrativos se vuelve previsible, con nuestra protagonista repitiendo una y otra vez la misma consigna y escuchando versiones de la misma respuesta por sí o por no. No existen las elipsis en el filme: todo se reitera, hasta la explicación del caso.
twodays_onenight_1-620x412Estilísticamente, si bien la película sigue en la línea de un realismo sin fisuras del cine de los Dardenne, este filme tampoco tiene la fuerza y el ritmo frenético de anteriores películas suyas en las que la cámara parecía estar montada sobre los personajes. Ese estilo lo han ido abandonando hace ya unos años, pero en esta película tan generalista se vuelve más anodino. De hecho, por momentos, daba la sensación de estar viendo una de esas películas de Ken Loach en la que los personajes son apenas manifestaciones humanas de posiciones políticas y para lo único que se los utiliza es para plantear debates sociales sobre “temas relevantes”. Es, para mí, también la película menos personal y sentida de los directores de EL HIJO desde la mínima atención que se le presta a su problema de depresión y su compleja relación de pareja.
Esto no quiere decir que hayan cambiado radicalmente nada de su forma de hacer cine. El principio estilístico y los temas están ahí, solo que para mí están banalizados, reducidos, sin el aura intensa y personal que la mayoría de sus otras películas tienen, como si fuera una versión accesible o “made for TV” de otros filmes suyos, mejores. En un punto, se puede pensar a la película como una crónica electoral que, en cierto sentido, anticipa el reciente triunfo de la derecha en Europa en general y en Francia en particular: a la clase obrera cada vez le importa menos el otro y el concepto de solidaridad se va perdiendo. Es un universo sin sindicatos que ayuden, sin obreros que propongan huelgas, con gente mirando para otro lado. En la película suena un poco forzado y maniqueo. Acaso la realidad misma sea más dramática –y dramáticamente compleja– que cualquier intento por ficcionalizarla.