Nadar solo
Mariano sale de fiesta por la noche. A la mañana regresa a casa. Nada en la pileta, corta el pasto. Husmeando en el garaje encuentra una caja de madera con un revólver dentro. Lo toma, sube las escaleras hasta su cuarto, se sienta en su cama y se pega dos disparos: el primero en la cabeza, el segundo en el estómago. Sobrevive inmaculado.
Como el robo al comienzo de Rapado (1992) y el cumpleaños número 27 de la epónima heroína de Silvia Prieto (1999), Dos Disparos (2014) comienza con un incidente súbito y contundente que marca indeleblemente al protagonista, y luego se disuelve sin sonido ni furia en la chatura de su vida y la de la gente que lo rodea.
La nueva película de Martín Rejtman – el padre o padrino o precursor del llamado “Nuevo Cine Argentino” – es la más expansiva de su obra. En Silvia Prieto, el foco nunca se aleja demasiado de la protagonista y su círculo de “amistades”, si se las puede llamar de ese modo. En Dos Disparos, hay una conga interminable de personajes robando cámara y presencia con la más nimia de las excusas.
Elijan cualquier tramo de la película. Por ejemplo: Mariano, su hermano Ezequiel y su pareja Ana han ido de vacaciones a la costa. Mariano no puede entrar en la disco porque la bala que ha quedado dentro suyo activa el detector de metales. Conoce a Lucía fuera. Ella regresa con ellos a Buenos Aires al día siguiente. Lucía se une al cuarteto de flauta de Mariano y comienza a trabajar con Ana en un restaurante de comida rápida. Luego desaparece de la trama sin dejar rastro alguno de su pasar.
La comedia de la película es que cualquier personaje puede llenar cualquier papel en cualquier momento, sin prejuicio hacia su personalidad o perfil físico, social o psicológico. La tragedia es que en este sistema de cartas comodines, ninguna relación posee peso en la vida de nadie. Todos los personajes se comportan de manera despreocupada e indiferente, y hablan con la inflexión de estar leyendo sus líneas de diálogo. Son gente de paso, en “vacaciones permanentes” como diría Jim Jarmusch.
La película se siente como un ejercicio lúdico de Rejtman: veamos cuánto podemos alargar esta cadena interminable de situaciones que no llevan a nada ni impactan en la vida de nadie. Seguimos a Mariano, luego a su hermano Ezequiel, luego a su madre Susana y a la profesora de flauta Margarita que junto a Liliana viajan a Miramar donde se les une su ex marido con su nueva mujer y hacen noche en una casa y luego hacen noche en otra y así. Cualquier punto de corte resulta arbitrario.
Aunque tragicómica, Dos Disparos recorre un camino un poco más sombrío que, digamos, Silvia Prieto, porque un acto de suicidio es más trágico que cumplir veintisiete. ¿O lo es? ¿Habrá una conexión con el infame Club de los 27 ahí? Mariano es una especie de músico, ¿no? Habría que preguntarle a alguno de los personajes de la película, pero ya se habrían distraído con otra cosa antes de acabar esta oración.