Un tropezón no es caída
Daniel Auteuil es un gran actor. Y no sólo eso: es de esos intérpretes que brillan por igual en el drama "serio y adulto" como en la comedia "liviana y pasatista". Y no sólo eso: es de esas presencias (como la de su compatriota Mathieu Amalric) que logran que una película crezca aunque el resto de los rubros esté muy por debajo de su nivel. Algo de eso ocurre con Dos en uno, una comedia de fórmula, sin grandes hallazgos y con unos cuantos lugares comunes. Sin Auteuil sería un producto rápidamente descartable. Con él... bueno, se disfruta un poco.
DA interpreta a Jean-Christian Ranu, un contador de poca monta, un solitario patológico, un ser traumado en todos sus poros, un típico perdedor que apela a la mentira y a la negación para poder sobrevivir. Su vida cambia -y cómo- cuando ingresa a su cabeza el espíritu de Gilles Gabriel (Alain Chabat), un cantante medianamente popular de la canción romántica de los años 80 que (supuestamente) ha muerto en un accidente automovilístico causado por Jean-Christian. Ambas personalidades -claramente opuestas entre sí- deberán aprender a convivir en un mismo cuerpo/cerebro.
Y ese es el punto de partida para esta comedia no demasiado eficaz (la proporción de gags logrados sobre gags intentados es baja), pero que al mismo tiempo no llega a indignar. DA construye un personaje digno del patetismo de un Santiago Segura, pero esta combinación entre humor guarro "español", fórmula fantástica hollywoodense y costumbrismo francés no resulta gran cosa. De todas maneras, seguimos "bancando" a DA: un tropezón no es caída.