Un cuerpo, dos cerebros
El recurso de vivir o de que migre el alma al cuerpo de otro ya ha sido explotado tanto por el género del terror- con las famosas posesiones- o por la comedia, cuyo mayor exponente no es otro que Hay una chica en mi cuerpo. Sin embargo, a diferencia de aquella gran película donde el humor físico de Steve Martin aportaba los mejores gags, en el caso de Dos en uno, esta comedia francesa liviana dirigida por Nicolas Charlet y Bruno Lavaine, todas las expectativas se depositan en la figura principal Daniel Auteuil y en su histrionismo. Claro que eso no alcanza y entonces nos quedamos como espectadores a medio camino y con ganas de más.
Ese plus no llega a concretarse nunca porque el film en sí mismo desaprovecha una buena premisa a partir de un accidente automovilístico en el que el cuerpo, mejor dicho el cerebro del conductor, perteneciente a Gilles Gabriel (Alain Chabat), pasa a formar parte del cerebro del atropellado Jean Christian Ranu (Auteuil).
Gabriel, otrora popular cantante pop de los 80, puede comunicarse con Ranu: un contador introvertido que trabaja para una gran corporación, que producto de la crisis económica busca reestructurarse y por lo tanto su puesto pende de un hilo. Pero lo que en un principio parece un problema sin solución para Ranu- al tener alojado en su cerebro a un intruso- termina facilitándole las cosas para ir modificando su personalidad.
De introvertido a extrovertido, Ranu protagonizará diversas situaciones que le harán quedar como ridículo por hablar solo o generarán empatía en el entorno. Los directores no se lucen demasiado dejando toda la responsabilidad en el protagonista y lo que es peor no aciertan al introducir segmentos humorísticos durante la trama, que va desgastándose a medida que transcurren los minutos.