Dos hermanos

Crítica de Alberto Harari - MI CINE - por halbert

COMO LOS PIMPINELA... PERO SIN MÚSICA

“Dos hermanos” no es la mejor película de Daniel Burman ("Esperando al Mesías", "El abrazo partido", "Derecho de familia", "El nido vacío") y sí es la primera que no está basada en una idea propia. Esta vez, el director argentino ha decidido adaptar a la pantalla grande la novela de Sergio Dubcovsky (hermano de su socio Daniel): “Villa Laura”.
La novela cuenta, con cierta sutileza, una historia sencilla y convencional, y la película no renueva considerablemente la mirada de su autor. Dos hermanos son los protagonistas, un hombre y una mujer maduros, solteros, sexagenarios, que, al perder a su madre, encuentran que se tienen el uno al otro, y no precisamente es una idea que les agrade demasiado.
El filme de Burman es una buena excusa para seguir indagando en el pequeño (pero inmenso, valga la contrariedad) universo de los vínculos familiares, como lo ha hecho en toda su filmografía. Éste se recuesta en la descripción de la relación de estos dos seres solitarios, disímiles, antagónicos, que se aman y se odian a la vez.
Marcos y Susana se comportan casi adolescentemente, pareciendo volver hacia atrás en el tiempo, cuando vivían juntos como hermanos, con mamá y papá. Y así, se pelean, se putean, se aborrecen, pero también se confabulan con fines comunes (como cuando se roban la comida del cóctel de la embajada, a la que no fueron invitados, por supuesto). Una de las mejores escenas pertenece, justamente, a la imagen elegida para el afiche promocional del filme: Susana y Marcos, con sendos vasos apoyados entre la pared y la oreja, intentando escuchar a los vecinos, se “chicanean” y se pasan facturas de cosas del pasado, simulando que lo están escuchando detrás de la pared.
Al apoyarse en los personajes, el guión requiere de actuaciones sólidas, atrayentes, consumadas…
Graciela Borges y Antonio Gasalla resultan una combinación realmente llamativa para el espectador argentino; ambos tienen un curriculum más que importante en el cine y la escena nacional, respectivamente. Sin embargo, a pesar de ejercer su oficio con grandeza, no parecen ser los mejores trabajos de cada uno de ellos. Si bien ella entrega un personaje casi a su medida, su eterna voz ronca parece no permitirle hacer otra cosa (a pesar del intento – fallido - de su humilde Perla en el filme “Las manos”). En el caso de él, por momentos deja deslizar algunos tonos de voz de sus televisivos personajes femeninos, pero en general parece entregarse más a la mano de su director, y ofrece un Marcos débil, disciplinado, pollerudo, frágil, delicado, casi invisible ante la omnipresencia de su hermana que, cuando le grita “¡Maricón!”, se rebela (a su modo) y deja de hablarle, logrando cambiar los papeles en la enfermiza relación.
A pesar de que el elemento narrativo, vital para toda historia audiovisual, aquí aparece a cuentagotas, “Dos hermanos” se disfruta por la presencia de sus dos estrellas, viendo cómo se relacionan y cómo reaccionan uno con(tra) el otro.