Los hermanos sean unidos.
Daniel Burman tiene la capacidad de proponer historias simples, donde el estado de situación de sus personajes las conforman interesantes, eso ha pasado con "Esperando al mesías", "El abrazo partido", "Derecho de familia" y "El nido vacío", ergo este director sabe narrar situaciones y anécdotas que siempre nos son en mayor o menor medida casi excluyentemente propias.
Aquí estos dos hermanos que componen Antonio Gasalla y Graciela Borges, no hacen más que demostrar registros cotidianos, que hemos sufrido o espiado en gente cercana a nosotros. Quién no ha vivido esas relaciones amables por momentos y por otros patéticas..?
A partir de la muerte de la madre -que como se verá en el rol de Gasalla tuvo una gravitancia única-, la relacion entre este hombre de profesión orfebre y su hermana, personaje con ciertos lados oscuros, que nunca se sabe bien que intenciones jodidas tendrá, dedicándose a negocios inmobiliarios poco claros, a robar correspondencia de los vecinos, o colarse en cuanto agasajo pueda, robándose incluso parte del lunch y champagne, bueno entre ambos cobrará cierto desvío esta relación. Ella lo instala casi obligadamente en un pueblo costero uruguayo, donde él primero descubrirá un mundo nuevo de posibilidades entre las cuales se cuenta meterse de actor en un grupo de teatro local, todo trayendo hasta cierto posible distanciamiento familiar.
Los tires y aflojes de la pareja tienen la base sólida en las maravillosas actuaciones de ambos actores, Gasalla poco aprovechado en el cine realiza una labor estupenda llena de matices con gestos, miradas, risas, muecas de sobriedad y certifica que puede ser siempre algo más que "Mamá Cora", la Borges en su edad borda una increíble actuación, su rostro amado de siempre por la cámara, ahora en la madurez, no se queda atrás y da talentosidad.
Genuino duelo de titanes cuando en sus roles juegan escenas inolvidables como las del velatorio, o la de intentar oir a través de las paredes a sus vecinos, o cuando se cuelan en un agasajo en la Embajada de Brasil, o sacándose chispas en otro festejo familiar, y hasta la fascinación cholula -heredada de su madre- por la mitológica Mirta Legrand.
Si, nada tan simple y a la vez más traido de los pelos que estos dos hermanos en su relación, la cual el público podrá gozar a pleno como me sucedió a mi al verla. En definitiva, se habla de cierta soledad del alma humana, que a la postre parece dejar en ellos una puerta por abrir, por donde quizás surgan otras relaciones externas.
El cine de Burman es nada complejo, nada intelectualoide, ni mucho menos rebuscado, festejemos eso. Tenemos un director imprescindible.
Y que grandes actores!