Family Business
Susana y Marcos son dos hermanos bastante diferentes entre sí, como es de prever (a los fines de la trama, claro está). Mientras Susana (Graciela Borges) transita a la deriva su madurez apetecible de soltera eterna realizando negocios quiméricos de manera compulsiva y bordeando la estafa, Marcos (Antonio Gasalla) se ocupa de la madre de ambos en los últimos días de su convalecencia. Marcos es un orfebre de mediano éxito, cuya vida pasó básicamente por cuidar a esa madre que casi no se mueve de la cama, y a su muerte, la ausencia inevitable de este factor de apego cambiará su vida de manera drástica, con una pequeña ayuda de Susana, que ansiosa por salvar una inversión importante de dinero lo convence de trasladarse al Uruguay.
Es notable cómo al tiempo que se divide en dos flancos para atender de manera alternada a los no siempre coexistentes hermanos, el relato queda irremediablemente escindido en la clásica estructura de comedia y tragedia del teatro griego. No es casual, entonces, que Marcos se reencuentre a sí mismo en esta Villa Laura, un pueblo uruguayo con un modesto grupo de teatro cuyo director está empeñado en una revisión vanguardista del clásico "Edipo Rey", de Sófocles.
En este redescubrimiento, la tragedia personal de Marcos queda aliviada o al menos sublimada en un arrebato de productividad laboral y de realización individual para el personaje, dejándolo del lado soleado de la vereda. En cambio, a la más heliocéntrica y despreocupada Susana le toca el lado de la sombra. Cada vez más aislada y sumida en el alcohol, no hace sino vivir en función del ocultamiento de un pasado que la avergüenza. En el transcurso de sus días, esa neurosis va borrando los límites de su propia identidad, la real; no esa construcción frívola que interpone entre sus penas y el mundo. Susana tiene mucho que descubrir de ese hermano menospreciado que también le resulta vergonzante.
Con la pericia a la que ya nos acostumbró su cine, el realizador Daniel Burman explora el costado tragicómico de la relación de dos hermanos, retomando sus sempiternos temas familiares y apoyando con acierto la trama en los hombros de sus dos notables protagonistas. Los escenarios, locaciones y paisajes se vuelven, a fuerza de bellos y acertados, una parte imprescindible de la historia.
Quizá si Burman no exudara cierto snobismo en la construcción remanida de situaciones y diálogos, si se acercara con menos vacilaciones al ángulo más humano de sus personajes en lugar de limitarlos al rincón de la ficción o acotarlos en el guión puro y duro, estaríamos frente a un verdadero tour de force actoral. Ojo: A no perderse la secuencia de créditos finales.