Una de fugitivos que se quedó a mitad de camino
Sofía Vergara y Reese Witherspoon protagonizan Dos locas en fuga, una road movie con una trama bastante previsible, escenas de acción que poco deslumbran y chistes con poca gracia. La colombiana retoma el personaje de la misma gritona que nos acostumbró en Modern Family -con un poco de Florencia Peña y Valeria Bertuccelli- para huir de los narcotraficantes que asesinaron a su esposo cuando se disponían a prestar declaraciones y así dar con un pez gordo. Se suma primero como agente en servicio y después como fugitiva Reese Whiterspoon, hija de reconocido agente y popularmente conocida cuando prendió fuego al hijo de un funcionario por el uso poco responsable de pistola taser, las mismas que implementó la Policía Metropolitana.
Antes de ver esta actuación de Witherspoon podíamos confiarle cualquier cosa, venía de terminar de romper los prejuicios de carilinda en Alma salvaje. Le es muy fácil vender un lápiz labial (campañas Avon) con la misma credibilidad con la que fue novia de Johnny Cash en Johnny & June – Pasión y locura. Es magnética en la pantalla grande, a pesar de su metro y medio siempre parece imponente. La chispa y el buen uso de los recursos narrativos quedaron en el olvido cuando la juntaron -sugerencia de ella- con Vergara. Dos argumentos recurrentes en el guión son justamente las bromas con la estatura de la primera y la edad de la segunda. Casi nunca aciertan los remates, la película es corta y a la vez lenta, combinación que resulta un abismo insondable.
Las escenas más rescatables son las que aporta el carácter latino de uno de sus personajes y así el choque cultural, en sintonía con la disfuncionalidad del idioma yanqui con el español. Las actrices estuvieron presentando la película en México donde pidieron más protagonismo de guionistas latinos en Hollywood, aunque para la industria en la mayoría de los casos sean los rebeldes, chicanos, negros, maricas, presos y marginados. El fogoneo (post Oscar) de la sobrevalorada Birdman y la prensa que tuvo su director, Alejandro González Iñárritu, parecieran haber incrementado de forma exponencial el interés de las compañías en el sur de América del Norte.
Con el presupuesto de esta película (35 millones) hubiera sido posible filmar once veces Whiplash y hasta pagarle a la selección argentina el premio de ganador que se llevó Alemania en el Mundial de Fútbol Brasil 2014. O más bien contratar otro entrenador, porque Gerardo Martino mantiene en la Copa América un desempeño más flojo que este film, dirigido por la coreógrafa Anne Fletcher.