Está difícil la cosa con “Dos locas en fuga”. El lector puede ver escrito el nombre de la película en la frase anterior, asumiendo que éste humilde servidor lo recordaba al momento de sentarse a escribir. ¿Puede creer que no? Lo tuve que buscar en los mails para acordarme. Sabemos que la memoria se vuelve algo selectiva cuando se sufre un trauma, y está claro que ver ésta producción lo fue, al punto de borrar por completo el título.
El arduo ejercicio de tener que recordar algo tan burdo fue más lastimoso que vivirlo en su momento. Porque la mente se esfuerza mucho por olvidar lo malo, o lo descartable. Pone todo para olvidar todo lo que sucede en la película luego de una interesante introducción, en la cual vemos a una nena crecer en el asiento trasero del patrullero de su papá policía, mientras aprendía códigos y procedimientos. Luego de esos minutos la nena se transformó en Reese Witherspoon. Ver a ésta talentosa actriz tratando de componer un personaje en un registro verbal clownesco, mientras el resto del elenco se le ríe en la cara ya es molesto, pero la directora Anne Fletcher tiene aún mejores planes para arruinar la tarde: Sofía Vergara. Voluptuosa, vedettonga, sonrisa ancha, cola parada, pinta de “come-hombres”, guarra al hablar… Su inglés de vendedora de nachos con queso delata su procedencia, por lo cual sólo le queda hacer (bien digo: hacer, no actuar) de esposa de traficante colombiano.
Estas dos mujeres son las protagonistas del bofe que cuenta cómo una de ellas, respetuosa de la ley a rajatabla, se pone al hombro la tarea de llevar a la otra de un Estado al otro para testificar contra el cartel de drogas. La cantidad de malos chistes, despropósitos narrativos, situaciones sacadas de comedias ochentonas, al estilo de Los locos del Cannonball (las dos actrices disfrazadas de ciervo por ejemplo ¿hacía falta?), y diálogos fuera de contexto o de timing hacen pensar que en realidad el chiste es que a los guionistas David Feeney y John Quaintance (quienes deben estar en alguna playa de Malibú sin poder creerlo todavía) les hayan pagado por escribir el guión..
Una cosa es poner al filo el verosímil amparándose en la comedia disparatada, como de alguna manera funcionaba (por química pura) “Chicas armadas y peligrosas” (2013). La endeblez del libreto podía sostenerse, justamente como uno de los códigos a tener en cuenta, por el trabajo actoral y del vínculo de los personajes. Pero al revés de lo que sucedía con Melissa McCarthy y Sandra Bullock, acá no hay un sólo dialogo entre las protagonistas donde no se denote una forzada intención de empatía,o una obvia comparación entre los físicos o la capacidad intelectual de cada una para buscar el chiste filoso.
Predecible, aburrida e insólita. Lejos, de lo peor que ha entregado Hollywood en este último tiempo.