En los últimos tiempos las comedias románticas de Pol-ka protagonizadas por Adrián Suar –una unidad indisoluble, claro está- se han convertido en una suerte de subgénero, asimismo exitoso, dentro del cine nacional. Con un lejano arranque con toques grotescos con Cohen vs. Rossi, se sucedieron más tarde películas que plantearon diversos tópicos con cierta originalidad dentro de esta frecuencia, como Apariencias, Un novio para mi mujer (de Juan
Taratuto, sin dudas la que más se destaca de esta serie) e Igualita a mí.
Dos más Dos se introduce en el intercambio de pareja, una modalidad sexual ejercida en ciertos círculos sociales, que tuvo en el cine un lejano puntapié inicial con Bob, Carol, Ted and Alice de Paul Mazursky. La trama se aboca a un par de parejas muy cercanas en la que una de ellas lleva a cabo esta práctica y propone compartirla, lo que trae aparejado descubrimientos, fantasías dormidas, sentimientos de euforia y también conflictos de toda índole. La primera parte alcanza momentos realmente desopilantes, con diálogos y situaciones bien plasmadas, en los que aflora también una remarcable audacia. El segmento final cambia su tono notoriamente pero guarda algunas sorpresas, como por ejemplo que un personaje que aparenta ser liberal y desprejuiciado se vuelva un inquisidor. El desenlace podría haber rumbeado por insólitos caminos, pero se inclinó por una resolución más conservadora o tranquilizadora. A pesar de este quiebre, ambas partes del film de Diego Kaplan escrito por Juan Vera y Daniel Cuparo están bien llevadas, con aceitados recursos técnicos y expresivos. Pero en las interpretaciones del cuarteto protagónico se encuentra lo mejor, destacándose un Suar cada vez más asentado
en el humor y aportando otros matices, a los que se suma un Alfredo Casero imperdible.