Lo que hace mal es la mezcla
"Dos más dos", la película de Adrián Suar sobre el intercambio de parejas, es una muy buena comedia de gags.
Hace varios años se ha convertido en una buena costumbre ver a Adrián Suar en formato de comedia. Funciona como un relojito, rinde en boleterías, tal vez no sorprende con papeles que tienen muchos puntos en común pero sí una contundencia envidiable. Se nota el gran olfato para elegir guiones que le calzan perfecto, con personajes conflictuados y divertidos, siempre en crisis y, a partir de las crisis, desopilantes.
Dos más dos no es la excepción. El personaje de Suar se queda con lo más jugoso de la película, aunque Julieta Díaz tiene la versatilidad suficiente para plasmar diferentes estados según se sucede la historia: soledad, tensión, deseo, placer, toques de humor, dolor, amor intenso.
La comedia trata sobre el intercambio de parejas, centrado en dos matrimonios muy distintos pero que comparten amistad –trabajo también– desde siempre. Por un lado, Diego y Emilia (Suar y Díaz); por el otro, Richard y Betina (Juan Minujín y Carla Peterson). Los primeros llevan 16 años de casados, tienen un hijo y les va bien económicamente pero el matrimonio transita desde hace años una meseta. Los segundos hace muchos años que son swingers, y tienen una relación más abierta y aparentemente despreocupada.
El detonante llega muy rápido: Emilia le plantea a Diego la necesidad de un cambio en sus vidas, pero él rechaza de plano la idea de intercambiar parejas... especialmente con sus amigos.
Dos más dos tiene momentos muy divertidos, escenas eróticas jugadas y muy bien logradas, situaciones de tensión que le dan matices a la historia. Es que en un momento se produce cierto bajón en la trama, sobre un conflicto que parece repetirse y agotarse, pero logra sobreponerse con vueltas y revueltas que encienden de nuevo la atención.
Uno de los éxitos de Dos más dos radica en la elección del elenco. Los cuatro protagonistas, con roles muy bien definidos, demuestran mucha química (puesta a prueba de piel en un par de ocasiones). Carla Peterson y Juan Minujín funcionan como contrapunto ideal para la pareja central, y el quinto en cuestión, Alfredo Casero, tiene poquísimas intervenciones, pero quirúrgicas, precisas, graciosas.
Aunque el tema podría haberse prestado a miles de juegos, los gags y el humor de situación nunca llega a la incorrección y se mantiene cierto perfil ATP. Mantener esa línea tiene a favor que la película resguarda de principio a fin una línea muy clara, pero en contra denota cierta falta de riesgo.
Aunque está un pasito detrás de Un novio para mi mujer e Igualita a mí (las dos anteriores de Suar), el resultado es muy bueno.