Encuentros imprevistos
Acostumbrados a ver y escuchar personajes poseídos por una voz que intenta nombrar y conceptualizarlo todo por encima de la acción, el encuentro con lo que se dice y se hace en Dos más dos resulta de una frescura notable. En contraposición a los monólogos catárticos y repletos de puteadas como los de Un novio para mi mujer o No sos vos, soy yo, la película de Kaplan ofrece diálogos, gestos y tonos de voz entremezclados y cotidianos, sin grandes ni memorables líneas. La infidelidad, el matrimonio y el swinguerismo no son, entonces, el objeto de opiniones y reflexiones ingeniosas sino simplemente aquello que practican y/o dejan de practicar sus protagonistas. Pero esta falta de imposición no sólo genera voces propias: el film de Kaplan persigue -y consigue- la naturalidad en casi todos sus rincones.
Diego (Adrián Suar), Emilia (Julieta Díaz), Richard (Juan Minujín) y Betina (Carla Peterson), amigos desde hace varios años, deciden intercambiar parejas entre sí. Si bien Diego no está convencido de hacerlo, todos terminan aceptando. Pero cuando dos de ellos rompen las reglas, la crisis y los conflictos se desatan. Lo interesante de la mirada de Kaplan a partir de ese punto de quiebre es que simplemente sigue a los personajes en sus probables recorridos, incluso aunque eventualmente éstos obliguen a torcer el tono de comedia que venía primando. Y es en esa sensación de autonomía del mundo visto, pendiente sólo hasta un punto del espectador, que Dos más dos encuentra una forma propia de contar(se), y también una de interrogar(se) acerca de lo que muestra.
Si la película autoriza a sus personajes a dialogar sin exigirles grandes reflexiones, así como a explorar temas que son considerados tabú con total libertad, también les permitirá sufrir y ser desbordados por sus propias decisiones. Comprobar el verdadero drama que sobrepasa al humor define a la película de Kaplan, una vez más, en su cuidado del devenir de los hechos apropiado a su mundo y a las características particulares de sus habitantes. Dos más dos escapa con éxito a la costumbre de existir sólo para un afuera, casi tanto como a la risa continua, la reflexión brillante y al sexo metaforizado. Y esquivarlos supone, más precisamente, deshacerse de esos adjetivos y dejar sólo risas, reflexión y sexo. O, mejor, sumar al drama y dejar que surjan las sorpresas del encuentro.