Innegablemente, no por algo fue la película argentina que más espectadores convocó durante el año 2012 y ya desde la gráfica, los avances cinematográficos y la campaña publicitaria en televisión, "Dos más dos" se ha presentado como un producto sumamente atractivo.
Primeramente porque aborda un tema que todavía se sigue considerando como un tabú que es el mundo de los "swingers", un universo que genera curiosidad y despierta algunas fantasías. Si además se lo combina con que estas parejas se encuentran unidas por una amistad desde largo tiempo, pareciera que la fantasía es aún mayor.
Si a todo esto se le agrega que el cuarteto que protagoniza esta historia es un elenco de figuras que han sido probadas en todos los terrenos (cine, teatro, televisión -quizás Juan Minujín sea el más desconocido del cuarteto para el público masivo-) y con un fuerte atractivo personal y profesional cada una de ellas, la receta del éxito está prácticamente asegurada.
Sólo bastará acertar con el guión y con el director.
En cuanto al guión todo está planteado en forma clara y simple y el director Diego Kaplan, explota todos los resortes y mecanismos argumentales básicos sin complicar demasiado la propuesta inicial: entre dos parejas de amigos con estructuras familiares bastante diferentes, comienzar a circular el tema sexual y la idea de tener entre ellos una experiencia swinger.
Por un lado, el matrimonio que componen Adrián Suar y Julieta Diaz, con ganas de nuevas experiencias, de algo que reavive el terreno sexual dentro de la pareja que se encuentra algo dormido -algo que parece preocuparle más a ella que a él- Tiene una estructura familiar sólida con muchos años de pareja a lo que se les suma un hijo atravesando la adolescencia.
Por el otro, la pareja que conforman Carla Peterson y Juan Minujín, es una pareja más libre, con códigos diferentes a los de sus amigos y que se permiten experimentar todo tipo de sensaciones. Una pareja más abierta, situación que quizás se vea favorecida, porque al no tener hijos, siguen siendo como "novios" aún después de mucho años de casados.
Ellos plantean este intercambio de parejas -en realidad la que más insiste y arranca con la propuesta es Betina, el personaje de Carla Peterson- desde un lugar mucho más liberado, desprejuiciado, casi superado, mientras que Suar y Diaz, por otro lado se desequilibran ante la sóla idea de llevar a cabo esa fantasía.
Mientras ella muere de curiosidad y de necesidad de encontrar en esa experiencia un poco de "pimienta" para la pareja, él se encuentra aferrado a todos sus prejuicios, preconceptos, mandatos y prácticamente no quiere hablar del tema.
Diego Kaplan (que arrancó en el cine en 1997 con la super independiente "Sabés Nadar?" y que luego con "Igualita a mi" logró armar un producto comercial de probada eficacia sin restarle calidad a la propuesta) se anima ahora a tratar este tema en un tono básicamente de comedia con algunos toques más arriesgados.
Lo más interesante del guión, es que una vez superado el paso de comedia inicial con la aparición de la propuesta de intercambio, irá mostrando el tránsito de cada una de las personalidades: las posturas que parecen tan claras en un inicio, una vez que la idea del intercambio se eche a rodar y finalmente se haga realidad, irán cambiando ante cada una de las situaciones y los encuentros.
Kaplan acierta en mostrar la dualidad y los constantes cambios por los que atraviesan los personajes, dejándolos sencillamente fluir con todas las contradicciones y poniéndolos a jugar en un escenario que no los sentencia ni los juzga, sino que los enfrenta a sus propias decisiones, algunas en la cuales ya no se puede volver atrás.
La excusa de esta propuesta swinger sirve de disparador para hablar sobre la lealtad y la fidelidad, las fantasías sexuales y el rol de los deseos en la pareja, la comunicación, el ser escuchado y comprendido y, en un nivel más global, sobre las idas y vueltas en las relaciones humanas.
Cada uno en su personaje, logra dar en la tecla y construir casi cuatro prototipos que se conjugan en pantalla. Adrián Suar vuelve con una criatura que está escrita a su medida, con sus tics, sus manías y todos los guiños que le sientan bien. Julieta Diaz en su ambivalencia de amar a su marido y querer experimentar algo nuevo es quizás la más "tironeada" del grupo, la que tiene se presenta con un mayor compromiso dramático y justamente Diaz tiene la posibilidad de generar tonos de comedia y de drama con mucha soltura y moverse de un lugar a otro con plasticidad.
Quizás un poco más relegada por el guión, la pareja de Carla Peterson y Juan Minujín, tienen de todas formas su momento de lucimiento. Peterson vuelve a desplegar su belleza en pantalla componiendo a una mujer sin tantas ataduras como su amiga y Minujín encuentra el tono exacto para ese Richard aventurero y desprejuiciado.
Y si bien en este juego de intercambio se han fijado reglas claras, las reglas parecen haber sido hechas para romperlas... cuando todo parece lograr un equilibrio, algo se complica -como suele pasar en las relaciones humanas- y ahí los personajes quedarán enfrentados a tomar decisiones más drásticas.
Kaplan elige que lo que se habla sea mucho más osado que lo que se ve. La cámara aún en las escenas donde supuestamente puede despertarse un ojo más transgresor, elige guardar pudorosamente cierta distancia y conserva cuidadosamente su límite para no nunca pasarse de la raya.
"Dos más dos" queda entonces construida desde un planteo innovador, atractivo para el espectador, pero elige cautelosamente no avanzar tanto como para incomodar y cerrar la historia de forma tal que todo siga guardando un status quo convencional. Aún con esta falta de riesgo y extrema prudencia, es una comedia que tiene momentos en que invita a la reflexión sin dejar de entretener e poniendo la lupa en las relaciones de pareja.