Entre la osadía y el conservadurismo
Una pareja integrada por Adrián Suar y Julieta Díaz se ve tentada a entrar al mundo swinger a partir de la propuesta de un matrimonio amigo conformado por los personajes de Juan Minujín y Carla Peterson. Mucho marketing y un buen resultado.
Si algo se puede decir en favor de los films “de Adrián Suar” que vienen realizándose desde que en los años '90 se estrenó Comodines, es que han intentado mejorar y convertirse en productos cinematográficos de calidad. Pongamos un manto de piedad sobre algunos de ellos, que no merecen hoy revisión alguna, pero recordemos algunos hallazgos de Alma mía y Un novio para mi mujer, aunque esta última tenía también puntos muy bajos. Pero sin duda había intenciones, búsquedas, que distanciaban estos productos de otros bodrios comerciales de nuestra cinematografía.
Diego Kaplan trajo a estos films un aire renovador y una búsqueda estética en Igualita a mí y mantiene esa búsqueda en Dos más dos. La película promete cuatro personajes protagónicos (dos matrimonios que son amigos desde hace años), pero claramente es la historia de una de las dos parejas, la de Diego (Adrián Suar) y Emilia (Julieta Díaz), una en crisis, que a partir de descubrir que la otra, Richard (Juan Minujín) y Betina (Carla Peterson), son swingers, tienen que decidir si van a probar algo nuevo para renovar su vínculo.
Pero si acaso la historia está centrada en una pareja, en realidad está aun más centrada en el personaje de Diego, y es él, conservador, tradicional, lleno de dudas, quien llevará de la mano al espectador por este mundo que se abre frente a él. Todo lo que el espectador pueda imaginar sobre esta película es equivocado. Todos los prejuicios del crítico se verán contrastados por un film que no es lo que parece. Dos más dos no es una pavada para armar polémica, no es una película con morbo, es una película inteligente, con una puesta en escena intencionalmente clásica, pudorosa, sutil, fuera de época.
El que espera descontrol, orgías y desnudos va por mal camino. Acá estamos frente a uno de esos films clásicos, que disfrazados de inocentes o infantiles, terminaban convirtiéndose en obras más adultas e interesantes. Comienza como una comedia que se tuerce al drama, y maniobra con brillantez entre la osadía y el conservadurismo, como suelen hacerlo las personas, después de todo.
Luego la cosa se vuelve aun más interesante, pero no diremos cómo ni por qué, pero si queda claro que Dos más dos no es lo que parece. Los únicos prejuicios que hay que vencer tienen que ver con la idea del film “escándalo”, que tiene mucho de marketing televisivo, pero que detrás de eso esconde una gran película.