Tras su presentación en Pantalla Pinamar, se estrena esta valiosa película finlandesa.
Dos noches hasta mañana, como describe su título, incursiona en el tópico del encuentro circunstancial entre dos seres que están de paso y han de separarse prontamente. Y, sin embargo, este film procura en todo momento apartarse del cliché, abordando otros temas adyacentes, aunque no siempre con éxito.
Ella, una arquitecta francesa; él, un músico y DJ triunfador, finlandés. Ambos se alojan en el mismo hotel en Vilnuus o Vilna, la capital de Lituania donde han llegado por motivos de trabajo, y la acción transcurre en los espacios cerrados del lugar y algunas calles de esa ciudad desconocida, que convoca a la aventura. Lo que en principio parece un fácil encuentro sexual deviene en algo mucho más complejo: ambos tienen compromisos que los reclaman, ella se encuentra dubitativa entre su homosexualidad y la presencia de este hombre más joven, atractivo y potente, que la seduce de inmediato. También los tiempos se ven alterados, porque lo que iba a ser un encuentro de una noche, ha de prolongarse.
La actriz canadiense Marie-Josée Croze, a quien viéramos en películas tan disímiles como Las invasiones bárbaras, La escafandra y la mariposa, Calvario y la reciente El secreto de Kalinka, cumple una excelente performance como esa mujer adicta al trabajo, aparentemente firme y segura que esconde una secreta vulnerabilidad que aflora por momentos. Mikko Nousiainen encarna a ese hombre que parece creerse irresistible. El primer tercio de la película es la parte más interesante, cuando se produce el encuentro y casi no median palabras entre ambos, comunicándose por miradas o gestos elocuentes. El resto reitera los temas con pocas variantes.
Entre dos viajeros en el mundo globalizado, Skype es el tercer personaje, que se interpone entre ambos. Muy poderosa la tesis de que la tecnología no cesa de interferir en las relaciones en un mundo permanentemente comunicado, que la presencia virtual de otros personajes irrumpe en ese tiempo entre paréntesis y fuera del mundo cotidiano que ambos creen estar viviendo. Y sin embargo un gesto, una mirada, pueden más que la palabra.