'Dos tipos peligrosos': Rusell Crowe y Ryan Gosling en una comedia que no convence
Dos tipos peligrosos es uno de esos casos en el que es difícil detectar ese elemento que no funciona. Tiene todo: dos grandes actores, una buena historia y grandes pasos de comedia; sin embargo, cuando estos instrumentos tocan juntos, hay uno que desafina. Quizá porque esa hibridación entre policial y comedia —narrativamente— no se logra equilibrar.
La película cuenta la historia de dos detectives privados, uno alcohólico que vive con su hija adolescente (Ryan Gosling), y el otro, un tipo duro, quien cobra por dar palizas (Rusell Crowe), que por cuestiones del azar se cruzan y terminan implicados en la investigación de la sospechosa muerte de una actriz porno y la desaparición de una joven. A medida que el relato avanza se torna más oscuro e imbricado y ese tono cómico del principio se disipa.
El guionista a cargo de esta “comedia” setentera de detectives es nada menos que Shane Black, director y guionista de la archiconocida Arma Mortal (1987), aquella en la que la dupla Gibson/Glober era infalible. Está bien que esta última no remitía a la típica body cup de los años setenta y, a diferencia de Dos tipos peligrosos, el género que prevalecía —la acción— estaba bien definido.
También hay que destacar los aciertos de la trama, comenzando por el papel de la hija de Goslin, Holly (Angourie Rice), rol clave en el film, ya que ella sienta los pies sobre la tierra en las situaciones. En medio de la torpeza de su padre, Holly es la única que dilucida las pistas más férreas en la investigación. Así como tomarse esa libre licencia de permitir que, de la nada, aparezcan elementos fantásticos, como la presencia del fantasma de un ex presidente. A pesar de lo mencionado hay algo que no cuaja, hay disrupciones que entorpecen la cadencia del relato, como la excesiva verborragia en los diálogos y esa combinación de géneros que, en este caso, no se logra armonizar.