De la misma manera que existen producciones argentinas que describen (tanto desde la ficción como del documental) uno de los períodos más oscuros de nuestra historia, la última dictadura militar, el cine alemán hace lo mismo con la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría o la caída del muro de Berlín.
Claramente, estos procesos históricos poseen demasiadas y aterradoras similitudes. Sin embargo, a diferencia del cine argentino que intenta indagar sobre el tema desde un lugar más cuestionador, aunque neutralizando otras miradas sobre los años ‘70, el alemán se encuentra en una etapa en busca de una redención como una manera de limpiar conciencias.
En este mismo orden podemos citar títulos como “La caída” (2004), “La vida de los otros” (2006), a manera de ejemplo. Ambos filmes poseen cierto valor catártico, lo cual, es interesante porque levantan polémicas, provocan debates y surgen nuevas opiniones sobre la historia más sensible y dramática de ese país.
Metiéndonos de lleno en “Dos vidas”, lo primero que podemos señalar es que ésta producción marca el regreso al cine de Liv Ullmann, lo cual juega como una carta de interés para aquellos nostálgicos cinéfilos que la extrañaban en la pantalla grande.
Dirigida por Georg Maas, “Dos vidas” narra una historia de identidades, secretos pasados y, sobre todo, de las consecuencias del programa Lebensborn creado por el régimen nazi con el fin de separar a los hijos de madres noruegas y oficiales nazis para llevarlos a Alemania. Es conveniente no adelantar demasiado de historia porque en ella hay un juego de ocultamiento de información al espectador que luego terminará develándose.
Y realmente esta idea de mantener todo tan contenido, desde la información que se esconde, desde esas idas y vueltas en el tiempo, y esas actuaciones con ceño marcadamente frunzido hace que la película sea demasiado prolija, calculada e indecisa. ¿Por qué indecisa? Porque “Dos vidas” no se decide entre el thriller político-histórico ni por la trama de espionaje.
Esta claro que no es casualidad que esta producción haya sido seleccionada por Alemania para competir por los premios Oscar. Posee ciertos requisitos que la hacen “oscarizable”: una temática ideal, un clima histórico hiper referenciado, actuaciones discretas, con el plus del regreso de Liv Ullmann, y un clima solemne y grave para retratar una historia que a Hollywood le debería gustar mucho.