Vivencias cruzadas en un manto de permanente oscuridad
El mundo de los escritores y editores de libros fue recorrido muchas veces por el cine para describir sus vivencias dentro del ámbito al que pertenecen. Allí se exponen los egos y las frustraciones de quienes ejercen el arte de manejar las palabras, siempre preocupados por resaltar su cultura y sensibilidad contraponiéndose y, por qué no, despreciando la banalidad que atraviesa a la mayoría de la gente.
Pero, como ante todo son seres humanos, ellos también tienen sus puntos débiles.
El reconocido director Olivier Assayas nos lleva hacia el corazón de una editorial, en el que se exhiben los problemas actuales que deben enfrentar quienes publican libros, si seguir imprimiéndolos o volcarse decididamente a venderlos únicamente en formato digital. En ese dilema se encuentra uno de los protagonistas de esta película coral, Alain (Guillaume Canet), un exitoso editor que vive con su esposa Selena (Juliette Binoche) en Paris. Ante los demás es la pareja perfecta. Ella es actriz de televisión, de una importante serie policial, y por el otro lado se encuentra Lèonard (Vincent Macaigne), quien fue un popular escritor hace tiempo, que desea volver a ese nivel de la mano de Alain.
Entre charlas, conflictos, cenas, tragos, etc., se va mostrando un panorama en el que no todo brilla como el oro, porque no están satisfechos con sus profesiones, se sienten estancados y no saben cómo salir, y, por si fuese poco, son infieles, no tienen problemas en engañar a sus parejas.
De ese modo transita el relato. Descubriendo lentamente, y con precisión, el manto de oscuridad en el que permanecen.
La doble vida la viven con cierta naturalidad. Lo toman como una vía de escape de los problemas cotidianos en vez de sentir algo por el otro.
Narrado con un ritmo constante y parejo, en el que cada escena está armada para contar una historia que va creciendo más y más con el paso de los minutos, vamos comprendiendo las actitudes de los personajes principales y secundarios, en el que son importantes por igual, las charlas y las acciones donde prácticamente no hay música, no se la necesita. El melodrama está planteado de tal modo que es suficiente con los fluidos diálogos e imágenes acordes.
Pese a todo, lo hecho, hecho está. Es inmodificable. Y está bien dentro de cada uno de ellos, el saber perdonar y perdonarse, para poder continuar viviendo dignamente y lo mejor posible.