Luego de su ópera prima de ficción Por un tiempo (2012), Gustavo Garzón incursiona en el registro documental con Down para arriba.
Si bien el film comienza como un relato autorreflexivo sobre el rol de ser padre de hijos con síndrome de down, utilizando como herramientas videos caseros y pensamientos en off, sutilmente Garzón se va corriendo de escena entregando el protagonismo al grupo de teatro “Sin drama de Down”, con actores de entre veinticinco y cincuenta años. Los hijos del director también forman parte del mismo e irán profundizando inocentemente, clase a clase, junto a sus compañeros y profesores, sobre diferentes temáticas de la vida, consiguiendo que nos convirtamos en testigos directos de sus propios aprendizajes, logrando por completo situarnos en la mirada sincera de un director, más padre que actor, libre de artilugios.
La historia va hacia adelante en busca del desafío de poder filmar un cortometraje de ficción en la casa de campo del profesor Juan (Laso), cuyo guion surgirá colectivamente de las mismas improvisaciones interpretadas en las clases por el grupo de teatro.
Es así como vamos participando junto a ellos del proceso de construcción y seguimiento de cada etapa que nos plantea el documental. Donde la puesta de cámara acierta con honestidad y simpleza, resaltando la singularidad de cada uno pero sin dejar de ver a la familia completa y donde el sonido apuesta a un fuera de campo de pura contención, como si este abrazara tiernamente a la imagen con sus risas y aplausos.
En Down para arriba acompañamos a Garzón en sus reflexiones como padre aprendiendo en cada clase más de la vida que del teatro. Y terminaremos apropiándonos de la frase “Ajome Takoiasi”, proporcionada generosamente por el profesor Juan Laso a sus alumnos, en una escena que convierte a las piedras en corazones.