Alguna vez la serie fue una mirada filosa y melodramática sobre el paso de lo antiguo a lo moderno en las primeras décadas del siglo XX. Después, poco a poco, ese equilibrio del gran telón de fondo con la lucha de clases reflejada en pequeños gestos cotidianos, derivó en lo que podríamos llamar “La Familia Ingalls” de la aristocracia inglesa. Y su costado “los de arriba y los de abajo” terminó en “los del medio”.
Pues bien, igual mantuvo tres grandes virtudes: actuaciones humanas y divertidas, guiones de acero inoxidable, diseño de producción generoso pero no gratuito. Las tres virtudes reaparecen en este largo que ni da ni quita, una especie de ampliación, de “burbuja” en el recorrido planteado.
La película más parecida a “Downton Abbey”, en cuanto a su independencia temática y apego al universo propio, es “Los Simpson”, la película, con la que haría un perfecto programa doble.