Anémico regreso del maestro italiano
¿Cuánto de seriedad y cuánto de parodia hay en Drácula 3D? Difícil saberlo. Primer estreno local de un largometraje de Dario Argento en más de dos décadas, su última película encuentra al “maestro del terror italiano” algo cansado, refugiándose en un personaje clásico no tanto para reinventarlo como para homenajearlo a partir de otras referencias cinematográficas. En la entrevista publicada en Página/12 como adelanto del estreno, Argento afirmaba: “Mi Drácula favorito es, sin dudas, el de la (productora inglesa) Hammer”. Es evidente que su versión de la novela de Bram Stoker bebe de esas aguas británicas; ya desde el diseño de producción se evidencia una cierta predilección por los ambientes góticos, apoyado en el rodaje en locaciones en algunos pueblos del norte de Italia que han permanecido inmutables al paso del tiempo. Pero si el Drácula original de la Hammer buscaba cierto ideal de verismo dentro del tono fantástico general, estos nuevos-viejos colmillos parecen por momentos jugarse por completo a las texturas de fantasía, casi como un cuento de hadas per gli adulti.
Pero lo que en papel suena interesante, en la práctica deja un regusto amargo. Argento nunca fue un maestro del desarrollo dramático o el director de actores ideal, pero en sus mejores films el estilo barroco y por momentos operístico –siempre jugado al exceso– de su puesta en escena era capaz de barrer con cualquier prejuicio de corrección cinematográfica. Luego de la seminal “trilogía de los animales”, enorme éxito internacional que lanzó su carrera a comienzos de los años ’70, el realizador se dedicaría a experimentar con el cine de terror y el giallo, ese universo típicamente italiano, con títulos como Rojo profundo, Tenebre y la que probablemente sea su obra maestra, Suspiria (de la cual, dicho sea de paso, está en negociaciones una posible remake americana). Los últimos años no han sido los mejores para Argento –con la excepción de esa joyita del terror perverso, Jenifer, realizada para la serie de televisión Masters of Horror–, y Drácula 3D viene a confirmarlo.
El de Argento es un Drácula (¿conscientemente?) berreta, donde los efectos especiales digitales, primitivos, caminan de la mano de actuaciones un tanto estatuarias. Ciertamente no ayudadas por el doblaje, verdadero e incomprensible anacronismo en esta era donde el sonido directo reina y gobierna. El reparto incluye al alemán Thomas Kretschmann, un vampiro romántico y trágico, en el molde del Drácula de Co-ppola; al holandés Rutger Hauer, quien en la piel de Van Helsing les pone algo de nervio y presencia a los últimos tramos, y a Asia Argento, la hija dilecta que hace de Lucy una criatura –como corresponde– sensual y abierta a la experimentación con el famoso conde. Un par de desnudos gratuitos y cinco o seis momentos de enchastre gore poco ingeniosos completan un acercamiento al rey de los vampiros que se parece demasiado a una lista de elementos a los que les falta elaboración (o que han sido demasiado cocinados). ¿Es en serio o es en joda? Muy crasa para lo primero, demasiado boba para lo segundo.