Colmillos eran los de antes
Luego de ver esta nueva versión de Drácula uno se pregunta si era necesario volver sobre el mito vampírico de esta forma y más teniendo en cuenta que el responsable es el italiano Darío Argento, un verdero especialista en el género de terror.
El creador de El gato de las nueve colas, Suspiria, Trauma, Rojo profundo y Terror en la ópera, por citar sólo algunos ejemplos del giallo italiano, está lejos de aquellos trabajos que marcaron tendencia.
Drácula 3D ambienta la acción Transilvania, en el año 1893, cuando el joven bibliotecario Jonathan Harker (Unax Ugalde) llega a Passo Borgo para trabajar para el Conde Drácula (Thomas Kretschmann) y descubre que este extraño personaje significa una verdadera amenaza para su mujer Mina (Marta Gastini) y todo el pueblo. En el elenco aparecen también Asia Argento, hija del realizador, en el papel de Lucy, y Rutger Hauer, como el eterno cazador de vampiros Van Helsing, cuya participación no supera los veinte minutos en todo el film.
La película, filmada en 3D, intenta evocar el clima gótico de las viejas películas de la Hammer, pero deja un sabor amargo para aquellos fanáticos que alguna vez se sorprendieron con la "criatura de la noche" sedienta de sangre.
Aquí los decorados lucen como cartón (los fondos con croma tampoco ayudan), las actuaciones son malas (en especial la del alemán Kretschmann) y el clima impreso en el relato tampoco es el ideal. Todo se ve tan artificial que atenta contra la misma intención evocativa Y lo que más llama la atención es que Argento, un maestro en el manejo de la cámara y en la construcción de climas, desperdicia aquí las posibilidades que le da la historia.
Un elenco sin ganas, gritos más que alaridos y colmillos de leche en un film que ostenta exceso de efectos acorde a su estilo narrativo (ojos que saltan hacia el público y sangre flúo), transformaciones poco felices (el vampiro devenido en una langosta) y decapitaciones. Pero todo desparramado sin la efectividad de sus films anteriores.