Morir de aburrimiento
Una pésima adaptación del mito que intenta emular al clásico de la Hammer aunque no lo consigue.
Pensar en la figura de Drácula y en las tres dimensiones nos puede llevar enseguida a un engaño comprensible. Espectáculo a raudales, efectos especiales por doquier o conseguidas escenas de acción, donde el vampiro campe a sus anchas a tocar de pantalla sería lo lógico para una coproducción que se vanagloria de haber recibido dinero de productoras españolas, francesas e italianas. Pues nada de esto se encontrará el despistado espectador que acuda a ver esta peliculilla de barraca de feria.
Es muy triste observar como un director de la talla del romano Darío Argento, otrora maestro indiscutible del cine giallo de terror, avalado por títulos tan imprescindibles para el seguidor de género como Suspiria, Inferno o Rojo profundo, se ha comprometido a participar en este circo espantoso, donde el Conde Drácula puede llegar a matar a sus víctimas más con el aburrimiento que con sus afilados colmillos.
Ya de entrada hay que ponerse en guardia si atendemos a que el libreto del film viene firmado ni más ni menos que por cuatro guionistas (Argento entre ellos). Y como se suele decir: muchas manos en un plato hacen mucho garabato. Y es que los españoles nos tiramos de los pelos cuando vimos que uno de los participantes en la escritura del guión definitivo no era otro que Enrique Cerezo, avispado productor de cine patrio que ha hecho fortuna explotando sin compasión todo el folklore más sonrojante a base de malos y peores proyectos.
Una vez metido a presidente de club de fútbol (se trata del actual máximo mandatario del Atlético de Madrid, donde parece que no lo está haciendo nada mal, habida cuenta de los últimos éxitos deportivos conseguidos por la entidad bajo la batuta del “cholo” Simeone), parece que se atreve con todo y habrá querido probar fortuna como escriba…mejor no comentar los resultados.
Cualquier parecido con el maravilloso libro escrito por Bram Stoker o con la espléndidas adaptaciones llevadas al cine, entre otros, por Tod Browning en blanco y negro o Francis Ford Coppola en color, es pura coincidencia, pues aquí se trata de ir engarzando escenas sin oficio ni beneficio, que producen más risa que otra cosa.
Unos cuantos desnudos femeninos que nos retrotraen a la época del destape de los años 70 y una pésima utilización de las 3D, flaco favor consigue esta película para los valedores del novedoso formato, sobre todo cuando se desperdicia de esta manera en un carrusel de sinsentidos. Escenarios de cartón piedra, desfile de pelucas y disfraces dignos de un concurso escolar, e incluso el uso de filtros baratos que parecen extraídos directamente del PhotoShop para hacernos creer que es de noche son moneda común en una trama que no por conocida debe ser tan maltratada.
Los actores que pululan como almas en pena entre fotogramas, seguramente han toreado en mejores plazas, y da auténtica pena ajena ver a intérpretes de la talla de Rutger Hauer -qué lejos queda Blade Runner…-; únax Ugalde (una ya no tan joven promesa del cine español cuya estrella parece que empieza a palidecer) o las guapas Miriam Giovanelli y Asia Argento (tratadas como meros objetos sexuales) intentando reflotar un barco hundido a base de despropósitos.
El film tuvo su puesta de largo en una sesión de medianoche del pasado Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya (más conocido como Festival de Sitges), por donde pasó con más pena que gloria. Posteriormente consiguió estrenarse en alguna pantalla española para poder cobrar todas las subvenciones habidas y por haber, aunque su resultado en taquilla resultó deplorable.
¿La peor adaptación de Drácula de la historia del cine? Habría que discutirlo, porque a lo largo de la historia el mito ha sido maltratado hasta la extenuación, pero seguro que esta Drácula 3D se encuentra sin dudas entre las más pésimas adaptaciones. El Conde seguro que se está revolviendo en su tumba…