Mordidas sin vuelo
El director de “Suspiria” y una versión oscura y, a la vez, risible.
¡Ay Dario! ¿En qué pensaba el as del giallo italiano para esta adaptación de Drácula? Con la excusa de lograr algo bien oscuro y dramático, acorde a la triste historia del conde de Transilvania, Argento recuperó -luego de varios años- al director de fotografía que trabajó en Suspiria: Luciano Tovoli.
El fue el artífice de una atmósfera densa y fuerte para esta versión 3D, cuya estética remite a las adaptaciones del Nosferatu de F.W. Murnau o a las versiones de Terence Fisher, en épocas de la mítica productora Hammer.
Con un rústico y exagerado aprovechamiento del efecto tridimensional -por momentos una estaca parece salir de la pantalla y mancharte de sangre-, esta interpretación de la novela del irlandés Bram Stoker está corrida en su tiempo. Por no decir que atrasa.
El filme puede tener dos lecturas, el del autobombo hacia el cine de Argento con ese color negro y rojo (firma del giallo ) que todo lo abarca, o bien un tributo a Klaus Kinski y Christopher Lee, los vampiros más notables que dio el cine. Pero no, Dario buscó hacer “su” versión, solemne, novelada y con un decorado bien teatral que impregne de opresión cada rincón del set. Que asfixie al espectador, donde el guión navega más por el triste devenir de sus personajes que por el vuelo propio que le podría haber dado el cineasta.
A diferencias de los históricos colmillos de antaño, Drácula 3D carece de tensión y misterio. Lo que sí sobran son senos (símbolo giallo ), sino a preguntarse por qué la pulposa Miriam Giovanelli (en la piel de Tania) aparece más veces sin ropa que con ella. El impacto viene más por el softcore (la escena del granero, un ejemplo) que por la creatividad. Perdón, a Dario se le ocurrió transformar a Drácula en una ¡mantis religiosa gigante!, entre otros bichos. Ni la figura del clásico chupasangre respetó.
El alemán Thomas Kretschmann, en la piel del engañado príncipe de Valaquia, muta de la ternura a una ferocidad inusitada. Sin punto medio. Símbolos de la histeria y desbalance de este filme donde los roles secundarios toman protagonismo con muy poco. Lo de Asia Argento, como Lucy, es apenas correcto, Jonathan Harker (Unax Ugalde) es un suspiro y su mujer Mina (Marta Gastini) asoma entre lo mejorcito del cast con el ignoto Giovano Franzoni, en la piel de Renfield, a la cabeza.
Párrafo aparte para Rutger Hauer, quien es de los pocos que valida el legado de sus papeles a cargo del implacable Van Helsing. El lentísimo transcurrir del filme, junto a la sobriedad en el relato de los protagonistas, no deja en claro si estamos frente a una parodia de colmillos, sangre y desnudos, o bien frente a un simple universo gótico de los años ‘60 y ´70.
En palabras de Argento este Drácula es un romántico, pero sólo con aires de melancolía, un filme no se salva. ¡Ay, Dario!