Conde... nado.
Hay que ir por partes. Primero que nada es difícil pensar en una historia sobre el temido chupasangre que jamás hubiésemos visto, oído o leído, porque en especial el cine se ha encargado de disfrazarlo una y otra vez con el fin de plasmar su historia y por qué no, recaudar unos pesitos entreteniendo a la plebe; (ni hablar de sus herederos, los vampiros “en general”).
Esta película nos sitúa en un tono épico, prácticamente medieval, en el que un príncipe llamado Vlad (el magnífico Luke Evans), deberá poner en peligro a su reino y arriesgar la vida de su familia en una despiadada guerra contra los turcos. Viéndose imposibilitado de reducir la amenaza por sus propios medios, decide acudir a fuerzas oscuras y malignas que habitan en esas zonas prohibidas existentes en cualquier parte y/o época del universo. De esa manera, el apuesto dueño de la tierra, abandonará el castillo con una inminente desesperación por realizar un pacto, y beberá de ese “fruto” prohibido que lo convertirá en una criatura infernal e insaciable, ante la cual luego nos hincaremos llamándola: Drácula.
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En segundo lugar y en cuanto a efectos especiales, el film está más que correcto; detalle que hoy en día no se le escapa prácticamente a ninguna producción. Lo más débil de todo, yace en la necesidad de contar la lucha interna que un hombre padece contra sus propios demonios, y no poder expresarlo a pleno en los tres cruciales días en que la familia de Vlad corre peligro de muerte, culpa de la insistente sed de hemoglobina del hombre de la casa. Y pese al poder bestial que él tiene, igualmente debe escapar a las ya conocidas limitaciones de un vampiro: la luz del sol, la plata, las estacas en el corazón, etc. Eso quizás lo hace un poco más cansador y le impide al personaje de Transilvania desplegar todo su potencial. Lo cierto es que la trama deja en claro que la principal intención es demostrar los orígenes del sangriento linaje que el Conde nos dejó. Y más allá de algún que otro pequeño detalle propio del “color” que acompaña a este largometraje en particular; las batallas que se desatan, no tienen nada nuevo para ofrecernos.
Por último, y como lo mencioné anteriormente, Luke Evans es un actor con capacidad necesaria para cargarse toda una película al hombro, en especial cuando se trata de hombres fuertes que esconden ciertos secretos. Tiene ese algo que lo hace encantador… Resto del cast, yo diría, normal. A excepción de Charles Dance que construye un buen amo de las tinieblas.
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Una vez más, el cine nos “arrastra” a las salas bajo el ala de un nuevo murciélago que ni siquiera es Batman. ¡Pero! Al tratarse del film debut del director Gary Shore, está más que aceptable y merece nuestra calurosa bienvenida al rubro mágico del arte. Y si por esas cosas de la vida, a este señor se le ocurriese rodar una secuela, deberá tener en cuenta que el final de Drácula Untold nos deja parados en un momento del cual, ya existe continuación.