Antes que Bram Stoker publicara Drácula los vampiros ya habían debutado en el cine.
George Méliès fue uno de los grandes pioneros en trabajar estos personajes en 1896 con su corto, The House of the Devil (Le Manoir de Diable), que representó el nacimiento del cine de terror.
Si a esto le sumamos que hasta la fecha se hicieron más de 170 películas con Drácula, presentar a semejante ícono popular en el siglo 21 con un enfoque fresco la verdad que no es tan sencillo.
La idea que ofrece este estreno es muy buena y no se había abordado en el pasado. En este caso fusionaron en un mismo conflicto al clásico personaje de Stoker con la historia de Vlad, el Empalador, el personaje histórico que sirvió de inspiración al famoso vampiro.
Si bien este film precisamente no es un drama basado en hechos reales creo que esta versión de Drácula no consiguió explotar el concepto original que proponía.
Desde los aspectos argumentales, el problema de este film es que trabaja a este personaje como si se tratara de otro superhéroe de Marvel. Un caso similar a lo que ocurrió hace poco con Maléfica.
Vlad Tepes, con el perdón de la expresión, fue uno de los grandes hijos de puta en la historia de la humanidad. Un hombre extremadamente cruel y sanguinario que acostumbraba a almorzar frente a los cadáveres empalados de enemigos que había ordenado torturar.
Una famosa anécdota que lo retrata a la perfección. Un día un monje caminó junto a Vlad sobre un campo donde había numerosas personas empaladas que se estaban desangrando. El monje, espantado por el horror de semejante escenario, se cubrió la nariz con un pañuelo debido al olor putrefacto que había en el lugar. Vlad le preguntó si estaba resfriado y el hombre cometió el error de decirle la verdad. El olor de los muertos lo afectaba.
¿Cuál fue la reacción de Tepes? Ordenó que empalaran al monje en el acto. El príncipe hizo torturar al hombre en un poste más largo que los demás, así el monje no tenía más problemas con los olores.
El nivel de crueldad que tuvo este tipo era increíble y el cine todavía tiene una deuda pendiente con este personaje, cuya vida parece escrita por un guionista de filmes de terror.
Lamentablemente en Drácula no le dieron bolilla a la figura histórica y lo convirtieron en un trillado superhéroe noble que se sacrifica por su familia y el bienestar de su pueblo.
De acuerdo a los guionistas de este film, Vlad empaló un par de personas, pero lo más importante es que era un buen esposo y dedicado padre de familia. La culpa del surgimiento de los vampiros se debe a esos terribles villanos de Oriente Medio que fueron los turcos, la máxima representación del mal en la Tierra.
Esta película abordó al personaje por ese camino donde Drácula terminó siendo un guerrero heroico que vuela y vence ejércitos enteros con un solo puño.
El argumento la verdad que no me terminó de convencer porque distorsionaron a un personaje que no tiene gracia verlo como el bueno de la historia.
La película en realidad tiene muy poco que ver con Drácula y mucho menos con Vlad, El Empalador.
Sin embargo, como propuesta pochoclera también es justo destacar que resultó más entretenida que Yo, Frankenstein, estrenada hace unos meses.
Lo mejor de este film pasa por el trabajo que tiene desde los aspectos visuales. Las ambientaciones y las secuencias de acción la verdad que están muy bien logradas.
En estos días donde es moneda corriente encontrarnos con efectos digitales desastrosos acá por lo menos esa cuestión no resultó un problema e hicieron un muy buen trabajo.
La película también está sostenida por un correcto reparto donde sobresale Dominic Cooper en el rol principal. La dirección corrió por cuenta de Gary Shore, quien debutó en el cine con este trabajo. Su narración se enfocó principalmente en la acción y apenas logra desarrollar bien a los personajes como si hubiera estado obligado a entregar un film que no superara los 90 minutos.
De todos modos, si buscás un entretenimiento ligero para distraerte un rato zafa. Vimos cosas peores este año.