entre realidad y ficción, la libre historia de un mito
Drácula narra la trágica vida de Vlad, qué dilemas tuvo que afrontar y cómo se convirtió en un vampiro.
"Mi padre era un gran hombre; un héroe, según dicen. Pero a veces el mundo no necesita otro héroe. A veces, lo que necesita, es un monstruo".
Con esta introducción comienza Drácula, la leyenda jamás contada, película que engrosa una cartelera local con cinco estrenos.
El debutante en las lides Gary Shore dirige la propuesta sobre un guión que se anuncia adaptado a partir del clásico de Bram Stoker, y al parecer también en la adaptación realizada por Francis Ford Coppola, dado que remite a los orígenes históricos del personaje de ficción.
La leyenda jamás contada explica cómo Vlad Tepes, príncipe de Rumania, llegó convertirse en Vlad "El Empalador". En 1400, en pleno dominio otomano sobre Europa, Vlad fue entregado a muy temprana edad y en nombre del honor real a las exigencias del sultán para engrosar su ejército conquistador.
Castigado como un esclavo hasta desear la muerte ajena sin razón, Vlad se convirtió en uno de los soldados más sanguinarios y selló su fama empalando a los habitantes de todo un pueblo, "para salvar a otros diez", según argumentaría más tarde.
Entonces, se retiró de los campos de batalla para gobernar a los suyos en paz. Pero una década más tarde, una nueva avanzada de los turcos lo devuelve a los tiempos de crueldad y devastación.
Hasta allí lo atractivo de este relato que desbarranca en un vacío entre la realidad y la ficción, transformándose en un híbrido que dista mucho de los actractivos de las musas que cita.
Sus esfuerzos argumentales, similares a los de la lograda Maléfica, caen en similitudes más cercanas a las de la ya lejana Van Helsing, o las más recientes Abraham Lincoln, cazador de vampiros o Yo, Frankenstein.
La fotografía que de tan oscura torna en indescifrable, y los efectos especiales y pantallas verdes demasiado obvias opacan el naturalismo romántico necesario para darle pátina a la transformación del ser monstruoso en un héroe mitológico, ejemplificador y hasta deseable.
Una vez más, la tecnología aplicada al lenguaje cinematográfico arrasa con las buenas intenciones del cuento, como lo haría un tornado de furiosos murciélagos con las huestes del ejército más poderoso del mundo occidental y oriental.