[REVIEW] Dragon Ball Super: Broly.
El otrora super saiyajin legendario vuelve a atacar, pero esta vez como parte del canon de Dragon Ball.
Cuando en julio de 2018 se anunciaba que Broly sería el villano de la nueva película de Dragon Ball (y la primera en la franquicia de Dragon Ball Super), muchos fieles seguidores de las aventuras de Goku y compañía tuvieron sentimientos encontrados. Por un lado, había un gran entusiasmo por volver a ver al antagonista más destacado de los films estrenados en la década del 90, pero por el otro, era casi inevitable pensar que Akira Toriyama simplemente había sucumbido al fanservice. Porque después de todo, ¿qué podría aportar un personaje así a la historia cuando incluso ya habíamos tenido su “equivalente femenino” durante la saga del Torneo de la Fuerza?
El primer acto de la cinta contribuye con creces a despejar todas las dudas que se pudieran tener al respecto. Aquí afortunadamente estamos lejos de la ya clásica fórmula donde somos testigos de una actividad común y corriente (campamentos, picnics, cumpleaños, etc) involucrando a nuestros personajes favoritos hasta que por fin aparece el contrincante a vencer, para que luego todos los guerreros luchen contra él sin siquiera hacerle un rasguño, y Goku lo venza con un golpe o técnica especial. Nada de eso, ya que en esta oportunidad la película inicia con un extenso prólogo que indaga en la historia de los saiyajin y la conexión que existe entre los protagonistas a partir de lo sucedido con los padres de cada uno.
Hablando de protagonistas, más allá de unos cuantos cameos, esta película también se beneficia por poseer un número reducido de personajes, permitiendo que cada uno tenga su momento y debido desarrollo en función de lo que requiera la trama. Y tal y como ocurriera en Avengers: Infinity War con Thanos, aquí todo gira en torno a Broly, quien esta vez posee una personalidad más definida (y mucho más diálogo que en todas sus participaciones previas) con la cual nos es posible empatizar pero sin dejar de lado ese poder arrollador y actitud bestial en el campo de batalla que siempre lo caracterizó.
Por el lado de la animación, nos complace observar que se optó por una “fusión” entre lo clásico y lo moderno. En ocasiones se percibían trazos y tonos de colores característicos del estilo tradicional utilizado a fines del siglo XX, por momentos haciéndonos sentir que estábamos viendo un viejo episodio de Dragon Ball Z. Y si bien el uso del CGI por medio de la técnica del cel shading (o sombreado plano) aun no alcanzó a perfeccionarse, su implementación durante las peleas fue muy lograda debido al dinamismo que le aportaban a las mismas, haciendo que percibiéramos con nitidez qué era lo que estaba sucediendo en medio de tantos ataques y movimientos fluidos.
Sin embargo, no todo es perfecto en este film. Entre tantos aciertos y sorpresas (a pesar de la más que reveladora campaña de marketing), hay que admitir que, si bien no arruinan la experiencia, algunas partes de la canción “Blizzard” interpretada por Daichi Miura, despojan de impacto emocional las escenas clave en las que está presente y las convierten en situaciones que rozan lo risible. Es aquí donde se extraña a un artista como Hironobu Kageyama, creador de temas como “Cha-La Head-Cha-La”, que ha llegado a convertirse en un himno para la franquicia y está presente hasta el día de hoy.
En síntesis, Dragon Ball Super: Broly puede definirse como una dudosa idea que fue ejecutada a la perfección, otorgándonos no solo una gran película, sino la más destacada en toda la historia de Dragon Ball. El super saiyajin legendario ha regresado, y lo ha hecho mejor que nunc