Dragon Ball Z, al igual que muchos otros animé, tuvo una suerte “extraña” en nuestro país. La “serie televisiva” llegó muchos años después de su creación, y en materia de cine hasta el momento se habían estrenado tres películas en sala– obviemos la realización hollywoodense con actores –, la última a fines de 1999, que en realidad eran conjunciones de capítulos extendidos y sin un orden muy lógico.
Por eso, ahora, catorce años después de “Guerra en dos mundos” el estreno de Dragon Ball Z: La Batalla de los Dioses es todo un evento de proporciones épicas para seguidores, primero por la larga ausencia, y segundo por tratarse del primer largometraje real en estrenarse en nuestras tierras. Producto diseñado a la medida del fanático, hay dos preguntas importantes para hacerse ¿Está a la altura del original? La respuesta es no, ¿Va a contentar a ese público fiel? Es muy probable que sí. La historia que engloba el universo Dragon Ball es inmensa y compleja, toda la saga dio tantas vueltas de tuerca en relación a la asunción de estos guerreros poderosos a semi-dioses creando una mitología propia.
Por eso, retomar la historia diecisiete años después (según las fechas reales de producción) es todo un riesgo que genera expectativas. Sin embargo, el camino optado es el de la anécdota, el de la historia cuasi paralela que poco aporta en cambios significativos sobre lo original; tal vez acertadamente teniendo en cuenta que los niños/pre-.adolescentes de entonces hoy ya son personas adultas.
Veamos, mientras Goku descansa recluido de su estado de Semi-Dios como guerrero Sayayin, el Dios de la destrucción Bliss despierta de una corta siesta de treinta años con muchas ganas de continuar su tarea. Cuando se entera de la existencia de un Súper Sayayin capaz de haber destruido a Freezer, decide ir hacia la tierra para conocer a ese guerrero en estado de Dios – y por supuesto enfrentarlo de pura diversión –, de lo contrario, destruirá nuestro planeta.
Una vez aquí, Goku, deseoso de volver a combatir, inocentemente desafiará a Bliss agudizando el conflicto que estallará entre Vegeta y Bulma (en pleno cumpleaños de Bulma) en el que se encuentran los restantes personajes clásicos del manga y animé. Narrada con el suficiente humor, el necesario toque infantil, y una lograda mezcla de animación tradicional con algunos paisajes computarizados,
La Batalla de los Dioses resulta un producto muy entretenido, sobre todo para los fieles que sufrían de abstinencia. Pero también, en comparación con el trabajo original resulta menor, algo simplificado, y hasta puede dejar con gusto a poco a algún fan purista. Otro punto a favor es que el espectador novato puede entrar a la película sin muchos conocimientos previos, por lo menos comprenderá (casi) todo o se imaginará qué puede haber sucedido anteriormente, ¿pero existirá ese público que ingrese recién ahora a una historia que lleva décadas de desarrollo?
Por más improbable que parezca no se puede saber ciertamente. Es imposible analizar esta película sin tener en vista a su público principal, y ellos ya saben o imaginan qué les aguarda. Las ansias han sido grandes, todos ellos quieren saber cómo continúa la historia de sus personajes favoritos años después, y aunque esta no sea más que una nota de color, difícilmente haya decepción, los elementos principales ahí están, y la batalla, finalmente cuando se libera, sí, es inmensa.