Goku no es un dios
Es casi un lugar común decir lo que significa Dragon Ball, Dragon Ball Z, y ese innecesario estiramiento llamado Dragon Ball GT para los que tenemos alrededor de unos 25 ó 30 años. En mi caso marcó el fin tardío de la infancia: gracias a seguir con un fanatismo atroz la historia de Goku a lo largo de más de 350 capítulos (más películas y parafernalia) pude ser niño por más tiempo (demasiado tiempo). Cuando terminó, ya nada fue lo mismo: Goku se fue montado en un dragón gigante y yo me quede sin él para siempre. A partir de ahí, cada vez que me acercaba a algún producto Dragon Ball era sólo por melancolía barata. Por eso la llegada de Dragon Ball Z: la batalla de los dioses se formulaba en mi prejuicio como otra baratija contenedora de recuerdos. Sin embargo, esta película es una pequeña y linda sorpresa.
Todas las películas de Dragon Ball Z son más o menos iguales en cuanto al argumento. Un enemigo súper fuerte viene a la Tierra con alguna ambición: o destruirla, o usar las esferas del dragón (conceden deseos) o matar a Goku y proclamarse el más grosso de todos. En fin, generalmente Goku enfrenta la amenaza y pierde la pelea, luego alguna fuerza exterior que puede ser la naturaleza, sus amigos o directamente toda la vida del universo le presta su energía y termina ganando. Dragon Ball Z: la batalla de los dioses comparte esa estructura pero con un rasgo de autoconciencia y de melancolía diferente a sus predecesoras.
Vemos aparecer a Bill, el dios de la destrucción, quien ha oído rumores de un dios súper-saiyajin (saiyajin es la raza extraterrestre a la que pertenece Goku, lo de súper es porque cuando se enoja demasiado o supera cierto límite de poder cambia de apariencia y se vuelve más fuerte) y como es un dios aburrido y poderoso se va a la Tierra donde hay cinco saijayins viviendo, para preguntarles si ese dios existe y en última instancia pelear con él para aplacar su tedio, y de paso destruir la Tierra pues ese es su trabajo. Desde el principio los personajes se encargan de aclarar que es imposible que Goku derrote a Bills, pero todos los que hemos visto la serie sabemos que no hay imposibles para nuestro querido héroe. Y aquí está la clave de la película y un gigantesco spoiler: Goku pierde dos veces y se resigna, por primera vez en la historia de Dragon Ball no hay nada que él pueda hacer. Pero no se agiten: Bills, el dios de la destrucción, es vago y caprichoso pero razonable, y decide no destruir la Tierra a cambio de que el año siguiente lo inviten al cumpleaños de Bulma para comer pudin (sí, así de ridículo).
Está bien, lo acepto: Dragon Ball Z: la batalla de los dioses, es más una reunión aniversario de regresados que un homenaje-reescritura del universo de la serie. Pero con pocos elementos se encarga de mostrarnos que algo ha cambiado, que ya nada volverá a ser lo mismo, pues Goku ha encontrado un límite y nosotros como espectadores de la serie creciditos deberíamos encontrarlo también. Hoy, como adulto cínico que soy, recuerdo la batalla con Freezer (quizás el enemigo más sádico que ha tenido Goku) como la más interesante de toda la larga historia de Dragon Ball Z, porque Freezer obliga a nuestro héroe a matarlo y este termina ganando a fuerza de su ira y sed de venganza. De hecho, nunca más volveremos a ver a Goku tan bestial e implacable. Freezer fue el Joker de Goku. Todo lo demás fue estiramiento y agotamiento de la serie.
Pero volvamos a Dragon Ball Z: la batalla de los dioses: como decíamos, la melancolía es un rasgo importante en la historia aunque también el humor. Lo que al fin de cuentas vemos son escenas más o menos logradas con gags más bien inocentes pero que en general funcionan. Es que la película quiere mostrarnos a Goku peleando otra vez, pero también se esfuerza en recordarnos su origen desenfadado y aventurero.
Si hay algo que siempre ha sobrevolado en la moral del universo de Dragon Ball es que la gente de buen corazón termina prevaleciendo. Goku es el más poderoso porque es el más bueno, y porque es un tipo de más de treinta años (al menos en la línea temporal en la que transcurre la película) que piensa como un niño eterno. A pesar de su superficialidad, Dragon Ball Z: la batalla de los dioses pone por un instante en jaque la fe y el buen corazón de Goku y es todo un avance. Quizás en diez años Alan Moore tome las riendas de la historia de Goku y lo convierta en un alcohólico amargado que lamenta todo lo que ha hecho. En esta película al menos, nuestro héroe se da cuenta de que ser la mejor persona del universo no te habilita para ser un dios.