“DRAGON BALL Z: LA BATALLA DE LOS DIOSES” O EL DELOREAN DE LA FELICIDAD
A veces una canción, un aroma, un gusto, una melodía o hasta una película nos transportan mágicamente diez o quince años atrás y nos hacen recordar las hermosas fotografías de nuestro pasado. Revivimos ese momento con tanta intensidad que es inevitable dibujar una sonrisa en nuestros rostros. El alegre “memento”, esa fantástica maquina del tiempo de este año es, para la generación que hoy en día tiene entre 20 y 30 años, sin lugar a dudas el estreno de la esperadísima “Dragon Ball Z: La batalla de los dioses.”
Supervisada, en parte guionada y aprobada por el autor de toda la historia dragonballera, el mismísimo Akira Toriyama, la dirección corrió a cargo de Masahiro Hosoda (quien ha trabajado en varios capítulos de la serie original, como así también en diversas adaptaciones y películas de otros animes) y la animación fue llevada a cabo por el estudio TOEI ANIMATION, reconocido también por haber animado la serie en su totalidad y sus continuaciones (Dragon Ball y Dragon Ball GT).
La historia, confirmado por su autor, es una inclusión canónica que se ubica luego de la derrota de Majin Boo y luego de la llegada y despedida de Tarble (hermano de Vegeta, introducido a la historia en el corto homenaje a los 40 años de la revista Shonen Jump) pero antes del nacimiento de Pam, la nieta de Goku. La misma nos presenta a todos los personajes de la historia (cuando digo todos, me refiero a TODOS los mas representativos y recordados que en algún momento tuvieron una importancia relevante)e introduce dos nuevos, Bills (dios de la destrucción, una especia de gato violeta que recuerda a un dios egipcio) y su enigmático y andrógino sirviente Wiss. El mismo Bills despierta luego de 39 años y se entera que su lacayo Freezer ha sido derrotado por un Super Saiyajin. A su vez recuerda una premonición que tuvo, que ese día iba a enfrentarse a un “Dios Super Saiyajin”. El dios de la destrucción sale en busca de este “Dios” que su premonición le dijo que debía enfrentar y es así como se cruzara con Goku y los demás en la Tierra, donde una vez mas los guerreros Z deberán enfrentarlo para que su planeta no sea destruido.
La animación es sublime en cuanto a calidad pero a su vez no logra perder ese estilo de la rusticidad original. Si bien la historia no es algo muy nuevo y se ha visto veces anteriores (de hecho se podría catalogar, como toda película derivada de una serie animada, que es un capitulo largo) los guionistas se las ingeniaron para romper el esquema con el final y poder darle un toque de frescura y humanización (si es que se pueden humanizar) a la historia y los personajes. El humor abunda de manera muy sorpresiva y la acción increíblemente es poca pero intensa. Aunque, nobleza obliga, debemos admitir que el mejor recurso y el mas efectivo es la nostalgia. Los personajes mas recordados están todos (y cada uno tiene su momento de lucirse), aunque se nota que los agregaron a la historia por la fuerza, queriendo apelar al recuerdo. Un ejemplo claro es la aparición de Pilaf y sus secuaces, que bien podría haberse obviado y la historia hubiese seguido su curso sin problemas.
Mención aparte merece el equipo de doblaje latinoamericano, ya que cumplen una función vital en la impronta nostálgica de la película. Mario Castañeda (recordada voz de Goku) y Rene García (Vegeta) estuvieron presentes, como así también todas las voces originales, a excepción de Laura Torres (que supo hacer de Goku niño, Gohan niño y en este caso hubiese hecho de Gonten) y Ricardo Hill (voz de Kaio Sama). Gran trabajo de todos los actores, cuyas expresiones vocales son exactamente igual a la que supieron hacer años atrás.
En conclusión si no sos fanático de la serie original, la película cumple, entretiene y logra unos efectos muy increíbles visualmente. Pero si llevas esta serie en tu memoria, entonces es casi una obligación verla. “Dragon Ball Z: La batalla de los dioses” es una de esas películas que se transforman en maquinas del tiempo y que te hacen volver a tener 10 años. De esas que, como pocas, te hacen sonreír como un niño y vivir una sensación similar a estar en tu infancia. Es indescriptible lo que logra este DeLorean animado, transportándonos a esos años donde no existían los problemas, las responsabilidades y todo lo que nos preocupaba era llegar a casa, preparar una chocolatada y encender la TV. Durante 85 minutos, van a sentir eso.