A lo largo de los años, las películas de Dragon Ball Z no han tenido ninguna relación con el anime. A excepción de la saga de Garlick Jr., ninguno de los films tuvo referencia en sus 291 episodios, más allá de que el villano fuera uno de los más poderosos como Broly o uno en perspectiva insignificante como Turles. Eso permitía cierta libertad de acción con los personajes dentro de las reglas del dibujo animado, algo que se cambió con La Batalla de los Dioses. El incorporar a dos guerreros de un poder ampliamente superior al de los protagonistas, como Bills y Wiss, o insertar a presión una nueva transformación de Super Saiyan fueron modificaciones de importancia dentro de la mitología. El público las aceptó, dado que con el anuncio de la serie Dragon Ball Super, estas se volverán canónicas. Y con eso en vista es que llega La Resurrección de Freezer, un esfuerzo más digno y serio que el anterior a la hora de realizar una película.
La del 2013 fue una producción que apeló principalmente a la nostalgia de la audiencia, que sin mucha necesidad reunió a todos los personajes que se pudo en pantalla como una verdadera celebración, por tener de nuevo un film de Dragon Ball Z después de casi dos décadas. En esta oportunidad, por el contrario, se apunta a poner en funcionamiento los mecanismos que hacen que una producción se sostenga por sí misma. Hay desarrollo de personajes o al menos un intento de hacerlo, se depende menos del humor y se confía más en las secuencias de combate, hay alguna vuelta inesperada de guión. Quizás no sea una producción enraizada en la mitología del anime, pero aún así es una más lograda que varias de las 18 que vinieron antes.
Akira Toriyama y el director Tadayoshi Yamamuro concentran la acción en unos pocos héroes y les dan a todos la posibilidad de lucirse. En el estilo clásico de la serie, cuando la amenaza llega a la Tierra, ni Goku ni Vegeta están allí para protegerla y la tarea recae en los otros guerreros. En una impactante secuencia, Gohan -lejos de la fuerza que tenía ante Cell y ya más tirado hacia la época del Gran Saiyaman-, Piccolo, Krilin, Ten Shin Han y el Maestro Roshi se enfrentan al ejército de Freezer. A medida que el show avanzó, estos personajes tuvieron cada vez menor relevancia y la película apunta un poco a subsanar esto dejando que cada uno tenga su oportunidad de brillar, incluso con un Kame Sennin que básicamente no peleaba desde Dragon Ball.
En el núcleo del argumento se encuentra el entrenamiento de Wiss con los dos poderosos saiyajin, con el intento de que unan fuerzas antes que luchar por separado. El orgullo de Vegeta y el exceso de confianza de Goku han sido los motores de su relación a lo largo de la serie, una competencia perpetua que bien podría haber puesto fin a cualquier problema de la humanidad si fuera hecha a un lado. La Resurrección de Freezer es una película de crecimiento para ambos y no solo en términos de fuerza, sino de aprendizaje: los dos deben dejar un poco sus egos y comulgar en pos de un trabajo conjunto, de lo contrario podrían verse cegados en el fragor de la batalla y poner a todos sus seres queridos en riesgo.
En todo lo positivo que tiene la película como tal, hay mucho que le resta como parte del universo Dragon Ball Z. Históricamente la serie enseñó que los problemas del pasado son ligeras molestias en el futuro, debido a que el poder de los guerreros centrales no deja de incrementarse y el de estos villanos permanece igual. El film busca justificar la amenaza que Freezer supone a un Goku por encima del nivel Super Saiyan 3 al plantear una elipsis de 4 meses durante los cuales hizo algún tipo de entrenamiento. El no mostrar cómo el villano trata de aumentar su poder –algo que nunca se vio en la serie con ningún enemigo y que realmente es una oportunidad perdida-, lleva a que para los fanáticos no sea creíble que imponga un peligro ante el mundo. Ni hablar de que un ejército donde Raditz y Nappa serían generales presente algún problema en la Tierra, que Goku tenga una nueva e innecesaria transformación o que un insecto como Sorbet le traiga inconvenientes sobre el final –que por cierto es de los peores que tenían para elegir-.
Una de los motivos principales por los que La Batalla de los Dioses supuso una decepción, fue que el combate estuvo muy por debajo de la espectacularidad que podía ofrecer. En ese sentido La Resurrección de Freezer no defrauda, sino que llena sus 90 minutos con pelea tras pelea. La famosa "década perdida", que existe entre la derrota de Majin Boo y la aparición de Oob, da demasiada tela que cortar y será positivo siempre que se lo haga así. El enfocarse en unos pocos personajes o el no depender tanto del humor pero tenerlo siempre presente, son decisiones al servicio de la película, no del fanático. Y así es que se consigue un film satisfactorio, que no necesita apelar solo a la nostalgia.