Al servicio de sus fanáticos
Dragon Ball Z superó ya la docena de largometrajes y el éxito demuestra que podrían seguir para siempre. La subsistencia dependerá, claro, de la lealtad de los fans y esta nueva película parece ser un show exclusivo para ellos. El emperador Freezer es resucitado y, como es de esperarse, vuelve deseando vengarse. Sus secuaces lograron traerlo a la vida con las esferas del dragón que le han robado a Pilaf y los suyos. Esta nueva película se caracteriza por poner todo el énfasis en largas e interminables batallas que harán la delicia de los seguidores y expulsarán a cualquier espectador que busque asomarse por primera vez a este universo. Algunos de esos momentos de batalla igualmente son espectaculares, pero definitivamente son demasiados. Lo que sí no deja de sorprender y resulta siempre efectivo es el humor. Es interesante como consiguen todavía combinar acción y eventos serios con algunos chistes de humor absurdo y disparatado. El mejor ejemplo es el helado con frutillas que sale de la nada pero que produce euforia en el dios de la destrucción Bills y Wiss, este última ya es muy gracioso antes de eso. Ese humor, que no es accidental sino que está en el corazón mismo de la saga, es algo digno de estudio y ojalá la animación occidental tomara nota de estos riesgos tan característico de Japón. No hay duda de que un poco de animé siempre renueva la cartelera y alborata el avispero de un cine de animación más tradicional. Pero si hay tanto fan del animé, uno se pregunta porque la obra maestra de Hayao Miyazaki, Se levanta el viento, pasó hace unas semanas sin pena ni gloria por las pantallas locales. Insólito o no, si algo no ha pasado por la televisión parece que no logra convocar multitudes. Dragon Ball Z: La resurrección de F tiene un público ya cautivo y nadie nuevo se acerca a verla. Para ellos, para los leales, la película tiene recompensa suficiente. Todos felices entonces, aun cuando fuera de eso haya poco más que agregar.